jueves, 7 de abril de 2011

La abuela Tomasa

En Marzo de este año la bisabuela Tomasa cumplió 110 años. Es decir, nació en los albores del siglo XX. Cuando me acerco a ella y le pregunto por la Revolución de 1910 no entiende de lo que yo le hablo. Solo recuerda tiempos azarosos en los que a ella la escondieron en un montón de leña y a su hermano se lo llevaron los de "la bola" y lo encontraron colgado de un arbol del camino 3 días después. Los ojos hundidos que ya no ven mas que sombras se le llenan de lágrimas.
No tiene una acta de nacimiento ni documento alguno que acredite su edad o lugar de orígen. Solamente cuenta con una fotografía antigua enviada por otro de sus hermanos con motivo de su cumpleaños numero sesenta y tantos , y fechada hace casi 50 años.  Es muy improbable que en el pueblo de Chalcomulco, en donde actualmente vive, haya alguien que explique el orígen de quien, por mucho, los pudo haber visto nacer a todos. Cozcapa, dice ella, allí vivió algun tiempo, otro tiempo aqui y otro tiempo allá, siguiendo siempre la orden de su marido: el abuelo Manuel. De sus hijos no todos viven, empezando por la abuela que se fué el mismo día que llegó Gabo, hace casi 4 años.
La familia, por sus relaciones intergeneracionales, establece lazos raros y se complica en vericuetos inexplicables y hasta risibles para quien lo lea, de tal suerte que mi bisabuela es tátara-tátara-abuela de mi sobrina nieta, la hija de Marys (Después del paso de 6 Generaciones, claro), y en algunos otras ramas del árbol generacional el hijo del tío Epitasio, que en realidad es mi tío abuelo, viene siendo mi tío y tío abuelo de mis hijos a la tierna edad de dos años. Habrase visto anciano tan joven.
La abuela recuerda los nombres de pila de sus hijos y la mayoría de sus nietos, por lo que para que me recuerde es necesario decirle al oído el nombre de mi madre. Entonces se le ilumina la carita y extiende la mano para tocarme el rostro, recorre mis facciones con los dedos y me reconoce, pregunta siempre si soy el mayor o el menor de los hijos, y en base a eso reconstruye su mapa mental. Lejos estan los años en los que llegaba a la casa cargando un pavo vivo para comerlo. Sin la movilidad de antaño, sin vista y con poco oído, ella intenta ser la misma. Se incorpora de la cama y me pide que me siente a su lado, mientras me platica de la parcela, del arroyo, de su compadre, del dueño de la tienda y de tantos otros fantasmas que pueblan Chalcomulco hoy en día.
Ella, como pocos, vió llegar la electricidad, el telégrafo, el telefono, los autos, la televisión, vió cambiar modos y vestimentas, vió llegar el tren y la coca cola, los mundiales de futbol con su pelota de cuero crudo y los juegos olímpicos. Vió llegar el chicle y sustituir las hojas de arbol que los lugareños mascaban y el barro ahumado semi agrio llamado chogosta que hacia las veces de goma de mascar. Vió llegar el disco de acetato e irse para dejar paso a los casettes y después al disco compacto, a las memorias de todo tipo. Ella vió las calles pavimentarse con una sustancia de color negro y despues con piedra, y le tocó dejar los caballos para subirse al autobús, y al fin, en una circunstancia contranatura, vio morir a hijos y nietos.
El tiempo le ha templado el aura sobremanera, de tal modo que al estar a su lado uno esta consciente de estar junto a un ser intemporal. Su edad, a simple vista, es obviamente difícil de calcular, posiblemente después de la primera centena es imposible verse mas antiguo. Su charla es muy variada pero toda versa sobre temas viejos. Me parece, las más de las ocasiones, que ella dejó de seguirle el ritmo al mundo hace unos 30 o 40 años. Entonces el mundo empezó a verla a ella: pequeña y menuda, con la piel muy morena y curtida, el cabello blanco y los ojos entrecerrados, hace apenas un año estrenó una silla de ruedas, que los primos de los Unites le han regalado, hace apenas 4 años cambió la choza de barro y palma por una casa de cemento y lámina, aunque sigue quejándose del calor por mas ventiladores que se pongan.
Dolencias le aquejan: sus ojos se cansaron antes que su cuerpo, apenas escucha y una antigua hernia inoperable le complica la vida diaria, pero jamás se le ha escuchado quejarse.
Cuando le pregunto:

-Abuela: ¿Cuanto vivirá Usted?- me responde -Los años que Dios quiera-.

Eso me hace reflexionar en el sentido de que..posiblemente, amigo lector, es ridículo sentirse cansado de Vivir a cualquier edad.
De que no importa que a veces parezca que la vida es un juego que no puedes ganar, no puedes empatar y del cual no te puedes salir, es la vida. Una sola y es la que te ha tocado. Me hace reflexionar en el sentido de que es posible, por supuesto que exista un poder superior que tiene, a cada quien y en cada momento, encomendada una misión y un tiempo determinado para ejecutarla.

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