Érase que se era... Un extraterrestre venido a menos, sin superpoderes y sin patria, sin guerra ni conquistas, sin mayor virtud que la posesión de un hermoso Rubí, hijo del Sol y la Luna, nacido en las orillas del Río Nilo. Y que al final también perdió. Érase que se era Un ángel que no vino de donde venía, que ni culpa tenía, y que a todos redimió. Que con su mirada dulce al demonio conmovió, que logró alzar al vencido, y que al nunca irse jamás volvió. Éranse tus ojos, que llegaron a mirar tan fijamente sus propios miedos, que al cabo huyeron despavoridos, sin remedio, sin motivos, sin la niebla que se esfumó.
Érase una historia anticipada: que el que mal empieza mal acaba, que lo que la historia calla es que mucho de lo que empieza bien también acaba mal. Érase la repetición de las repeticiones de la misma y la misma historia, érase este mundo saturado de almas o reciclador de ellas. ¿En verdad la historia es irrepetible? ¿En verdad somos diferentes a los de antes?
Érase tus ojos sin expresión, tu labio sin emoción, érase el otoño de tu rostro y el invierno posterior. Érase la historia del pilar de todo, del sostén de la ideología, del respetado Patriarca de la estirpe, del principio rector, del fin de todo.
Érase al fin: que cuando al fin llegué al otro lado del espejo, al fondo del abismo, al borde del universo, la verdad de las verdades No existió. Que todos los días aprendí lo que ya sabía, que conocí al que ya me conocía y que tenía al alcance todo...y lo perdí.
Érase la soledad, pero no aquella que ahoga y que acaba, érase la soledad sola, sin tristezas ni reflexión, ¿Cómo puede suceder que la soledad sin alimento muera al fin? Que nunca la piedra filosofal existió, que la verdad es relativa, temporal, y tiene dueño. Que se puede cambiar.