lunes, 31 de mayo de 2010

La mosca, la mosca chimuela


Del archivo:
Ayer regrese tarde, bueno, temprano (de hoy), o sea tarde pero temprano. Los días han estado lluviosos tal cual corresponde al verano esta vez. Platicaba con amigos que este año parece tan típico que lo veo bastante raro. Pero no divaguemos. Ayer regresaba y es a tal grado tan rutinario cada bache de la carretera, cada curva (también de la carretera) que a veces pienso que la camioneta podría ir sola y regresar si quisiera, pero aun no logro influir lo suficiente en su animo para que lo haga por mi.

Manejando en el medio de la oscuridad, con la mirada fija en esa línea blanca sobre fondo negro cuya perseverancia tal cual especie en extinción se agota, percibí a mi alrededor un murmullo, un zumbido. Tengo la sanísima costumbre de levar la música alta todos los días a todas horas en la camioneta, así evito platicar conmigo mismo, me considero bastante aburrido en ese aspecto pues siempre me hablo de las mismas cosas, y evito, al tiempo, amargarle la noche a alguien mas por si tuviera la intención de llamar por el celular. Así que música y nada más. Ni radio (de ahí capta uno esas ideas locas que luego se transforman en masacres, accidentes, etc., ya que hoy día no hay noticias buenas). Pero de todas maneras lo escuché, o creí escucharlo. Un zumbido persistente como un movimiento de paños de seda a mi alrededor.

-Un zancudo-, pensé, y baje la temperatura del aire acondicionado, mientras subía la potencia del ventilador, no se que principios milenarios anti-zancudos tenga ese razonamiento o si esté dotado de bases científicas, pero ande, vaya usted aun clima mas frio que el comal caliente que es acá, y vera que allá conocen muchos tipos de plagas, pero zancudos No. El caso es que tras bajar temperatura, subir potencia de ventilador, bajar el volumen de la música y agudizar el oído, percibí el mismo zumbido bimotor al interior de la cabina, y (contra todo lo indicado en todos los manuales de todo el mundo para todos los conductores de todos los vehículos que conducen bajo cualquier tipo de lluvia pertinaz en cualquier noche de cualquier fecha) encendí la luz interior para ver qué demonios era lo que me perturbaba de escuchar a Fito Paez mezclado con el loco de Sabina.

Entonces la vi. ¿De dónde carambas se había escapado una mosca para caer a medianoche a hacerme compañía en el tedio del retorno? No lo sé. De inmediato envié tropas a su frontera conmigo, le declare personalidad non grata y empecé a sentirme terriblemente incómodo. Si, con ese tipo de incomodidad que provoca la rozadura del pantalón o una hebra de carne entre el penúltimo molar y la del juicio (no haga gestos, como si a usted jamás le pasara). Bajé las ventanillas intentando que se decidiera por salir pero la lluvia no se lo permitió, ni a mi mantener los vidrios abajo.
Soy maniaco, lo reconozco ante Usted que es mi inseparable amigo. Y por supuesto, dentro de esas manías entra la aversión a convivir con un Díptero en la misma cabina de auto.

Así que, me he detenido fíjese usted, y he tomado el periódico de hoy (que ya es ayer). Y en lugar de leerle, le he vuelto un macizo rollo (con todo y la sección de Sociales, sí señor, no me importa la foto de quién se manche con las tripas del insecto), y me he aprestado a tirar de papirotazos como un enajenado con la luz de la cabina encendida. Uno, dos, tres strikes, malhaya sea mi suerte... este insecto es más rápido que Maverick. Y así por el estilo por toda la cabina hasta que me sacaron de concentración las luces estroboscópicas de una patrulla, y la cara de azoro de dos adormilados gendarmes que no daban crédito de ver a un alucinado tirando periodicazos al aire.

Con gesto amable y un tanto avergonzado abrí la ventanilla y balbucee algo que no sé ni que fue , pero que los dejo seguir tranquilos su camino. – Un loco, pero no peligroso- , deben haberse dicho entre ellos. Carajo…hasta qué grado he llegado. Tristemente cerré ventanilla, encendí el vehículo y ahora si, a casa. Con mosca incluida, claro.

Platicamos cosas lo que duró aun el trayecto, bueno, mejor dicho, le platiqué cosas. Cuando uno no quiere dormirse hablar incluso con una mosca es opción. Y sabrá usted, que no es lo mismo un loco a oscuras, que un loco con las luces encendidas. Al llegar, antes de abandonar el automotor, le invité a salir. No había más, le dije, hemos llegado. Me desoyó y terqueó para quedarse adentro de la cabina. No insistí. - Hasta mañana - dije, he encontrado compañera de viaje.

Hoy desperté sin recordarle. Salí, corrí, regrese, me he aseado y desayuné. A toda prisa la rutina de siempre, cerrar, salir, escuela y carretera.

A medio camino tuve que abrir la ventanilla para tirar por la borda el cadáver de una mosca-muerta.

La Enésima


La semana pasada Buk rompió la enésima pelota que cayó en el patio, esta si se veía bastante nueva y según pude escuchar a través de la barda, sus papas le dieron una buena zurra al niño que la perdió. De verdad me gustaría poder recuperar esas pelotas y regresarlas a modo de despeje, aun sigo pensando que despejo más duro que el Conejo Pérez, pero el canijo Buk no me permite mostrar mi talento futbolero, siempre me gana.
Sigo preguntándome que obsesión tiene ese animal con el esférico, a veces pienso que él es aun mas aficionado al Fucho que yo, pero por motivos gastronómicos, algún sabor le da el plástico de las bolas, de tal suerte que apenas caen las muerde y las rompe, y por la noche, acompañado de sus lacayos, las arrastra por todo el patio en un rito demoniaco aprendido de no sé quién, y no se con que oscuros fines.

En fin que, haiga sido como haiga sido, hay una pelota menos, hay un juguete mas, y el barrabas casero que ronda el patio corre de un lado a otro con su trofeo, como presintiendo que ya viene el Mundial.

P.D. En efecto, la hormiguita murió, la cigarra se casó con otro, y....yo aposté por las fichas caídas de tu dominó....que importa en fin ya, ser hormiga, cigarra, chinicuil, grillo, termita, escamol, chapulin, o cualquier otro invertebrado. Un saludo y vamos de nuevo, esto caray, no es ni siquiera ser torero.