Hay que inventar la
inteligencia artificial, pero incentivar la inteligencia natural.
Hace casi 200,000 años existe,
conviviendo con otros homínidos, el hombre casi como lo conocemos. Y hace unos
15,000 años solo existe ese tipo de hombre: nosotros. Y es asombroso que todo
apunta a que, en el aspecto del conocimiento del hombre acerca del mismo
hombre, vamos hacia atrás: es decir, poco falta para que las sociedades
modernas diriman sus asuntos a palazos y pedradas. Créame: poco falta, si no es
que en muchos sitios ya lo están haciendo. De ese tamaño hemos perdido nuestra
capacidad para comunicarnos.
El órgano más complejo que
tenemos es el cerebro (como si los demás fueran simples). Y el cerebro no solo
como receptor de información proveniente de nuestros sentidos, sino también
como analista, concluyente e instructor hacia el resto de esta máquina
perfecta, el cuerpo humano. Es un órgano autónomo y arbitrario. Y así ha sido
al menos los últimos doscientos mil años. Sin embargo, en una carrera que a todas
luces va en contra de la propia inteligencia humana, nos hemos volcado en
pretender, a la fuerza, crear, cual dioses, cerebros tan complejos como el
nuestro. Desde la invención del engrane hasta las súper computadoras de hoy,
los esfuerzos de potencias. Y esto no es condenable, al contrario. Lo
condenable es que lo hacemos en detrimento de nuestra propia computadora
personal integrada. Me explico, y usted, desvelad@ amig@, no me dejará mentir:
empezamos creando artefactos mecánicos para facilitarnos el trabajo físico,
después pasamos a la etapa de los controles, controles para esto, controles
para aquello, controles para esto otro; después pasamos a las computadoras, es
decir, pedazos de plástico y silicio que, en pequeños pedazos de procesos,
piensan por nosotros. Y ahora los habitantes del polo de los ricos invierten
sus esfuerzos (y sus millones) en crear súper computadoras que…..¡igualen la
actividad que hace nuestro cerebro!
Es una paradoja, un mundo
surreal: invierten tiempo y dinero en lograr crear algo lo más similar posible
a lo que cada uno de ellos (y de nosotros) ¡tenemos justo encima del pescuezo! ¿No
es ilógico? ¿No debería irse el tiempo de nuestros valiosos científicos y el
dinero de nuestros archimillonarios en potenciar la inteligencia natural, y no
andar buscando la inteligencia artificial????? Creo que perdimos el rumbo, se
nos cayeron los tornillos de la razón, nos deschavetamos, pues. Ahorita todo es
Smart, y lo menos Smart de entre todo lo Smart son las personas. Se encuentra
uno en la calle a cada pedazo de animal, eso sí, con su teléfono inteligente,
su auto inteligente, sus controles inteligentes.
Ahora bien, déjeme espantarle
un poco: con el esfuerzo de la ciencia, con el dinero de los poderosos, algún día
no muy lejano, en efecto lograremos crear una computadora que iguale las
funciones de percepción, raciocinio y respuesta del cerebro humano. Y entonces
sabremos exactamente para qué servía la temible espada que pendía sobre
Damocles: Esa inteligencia creada por otra inteligencia no tan inteligente,
caerá en conciencia de sus propias capacidades y las utilizará, haciendo ver al
creador menos inteligente que la creación (y tal vez tendrá razón) y ese Frankenstein
perfectamente ensamblado tomará decisiones y ejecutará acciones que no
entenderemos (porque en definitiva una cosa es que tengamos cerebro y otra muy
diferente que lo utilicemos) y entonces vendrá lo peor. ¿Qué será lo peor? Mire
usted, no lo sé. Habrá que preguntárselo a la maquina maldita, llegado el momento.
Tenga buena noche, apague su portátil,
quizá también ella necesite descansar.