No
he sido más feliz porque no he querido.
Ello
no quiere decir obviamente que sea infeliz.
Quiere
decir que he sido tan feliz como para no desear más en el momento, tan pleno
que no cabe nada más en el corazón. No he tenido tiempo libre en la vida mía.
Lo he ocupado prácticamente todo. He utilizado mi espacio para desarrollarme
como ser humano. Para amar, para intentar dejar una huella que perdure más que
lo que durará mi vida, para hacer algo, aunque mínimo, por los demás.
He
utilizado mucho de mi tiempo para conocerme. Para equivocarme y tropezar. Y cuando
eso sucedió, he vuelto a echar mano de mis días para levantarme y seguir con ahínco.
Descubrí
que dentro de cada uno de nosotros existe una inagotable fuente de entusiasmo. Normalmente
hago uso de ella.
Descubrí
que antes de ofertar algo a alguien, uno debe ser feliz consigo mismo. Que uno
debe sentirse antes satisfecho que feliz. Que antes que dar hay que tener, hay
que ser. Porque no se puede dar lo que no se tiene. No se puede irradiar lo que
no se es.
Aprendí
que para hacer una buena acción también existen pocas oportunidades. Que hay
que aprovecharlas cuando se presentan. Que mucha gente no tiene la ayuda que
necesita por el hecho simple de que no la pide.
Que
a todos nos sobra algo que nos negamos a donar. Que este algo principalmente es
TIEMPO.
Me
siento profundamente agradecido. Creo que he sido excepcionalmente afortunado. Mi
existencia ha consistido, hasta ahora, en un viaje maravilloso. He tenido como
compañeras en este viaje, a personas extraordinarias.
Llegué
a lo que, con algo de suerte, es la mitad de mi vida. He intentado hacer ella
algo medianamente útil. He leído un poco y he pensado mucho, no he dejado de
hacerlo. Me he probado a mí mismo y he intentado llegar a mis límites. ¡Qué
bendita circunstancia es que aún no lo haya logrado!
Conservo
al primer amigo que tuve. Nos adoptamos desde hace muchos años ya como
hermanos. He visto crecer a sus hijos y he visto a mis hijas convertirse en la
firme promesa de unos hermosos seres humanos, sintiendo como se me llena el
corazón de esa agua fresca que es la alegría.
He
leído mucho menos de lo que quisiera y he sembrado mucho, mucho más de lo que
pensé que podría.
He
abrazado a un tiburón en su elemento, he caminado junto al vacío sin más protección
que la voluntad divina y he estado dentro del cráter de un volcán activo. He intentado
probar cuanto aguanta mi cuerpo, cuanto puede aprender mi mente y cuanto puedo
abrir mi corazón.
He
sido, pues, feliz.