Todos
tenemos problemas, esa es la noticia. Si alguien te dice que no los tiene,
probablemente aun no se ha dado cuenta de ellos o los niega. Pero ¿Sabes? Esa
es solo la mala. La buena es que generalmente existe solución a estos problemas.
Pero entonces viene nuevamente la mala: hay que trabajar en esa solución. De eso
se trata este comentario. Trabajar para solventar problemas. Existimos muchas
personas con problemas al mismo tiempo en el entorno en el que vivimos, es tan
fácil como asomarse un poco a la vida de alguien con un café, con una cerveza,
con una charla, y te soltará que tiene tantos o mas problemas que tú, y que sus
problemas son tan o mas complicados de resolver que los tuyos, es una realidad.
Pero esto no tiene que afligirte ni hacer que veas de repente gris el mundo.
Es, como te comenté, una realidad.
La
diferencia entre aquellos a los que le preguntas si tienen problemas, y te
contestan con una sonrisa que NO, y aquellos que inmediatamente te los
describen a detalle, radica en muchas ocasiones en la forma de afrontarlos. Soy,
en este aspecto, un convencido de que los problemas tienen la desesperanzadora
particularidad de no irse por si solos. Así que, si te escondes te encontrarán, si huyes te
seguirán, si cierras los ojos, cuando vuelvas a abrirlos ahí estarán, es decir:
por sí solos no se irán.
Ante
esto tenemos la oportunidad de lamentarnos hasta el cansancio, de implorar al Dios
o a los Dioses en los que creamos reclamando, implorando, o exigiendo; o bien
avocarnos de inmediato a solventar con nuestros medios. Y aquí el tema central
de la charla: solventar, resolver, afrontar, antes de depender.
La
suerte –se dice- es la combinación de preparación con oportunidad. La ayuda
externa viene para quien la solicita, para quien la espera, y la aprovecha solo
quien está preparado para ella. Y la forma de prepararnos depende solo de
nosotros. Pero en lo que el apoyo de Dios, de la Vida, o del Destino llega,
deberemos hacer algo por cambiar nuestra suerte. Deberemos, sin duda, dejar de
lamentarnos, de preguntar a Dios el por qué de la existencia de algo que
nosotros hemos construido (o destruido), o de pedirle a Dios (o a quien sea)
que cambie nuestra suerte (si no nos preparamos al mismo tiempo para este cambio
de nada servirá) que nos de Fortaleza o Resignación (esto ya se nos fue enseñado,
mas bien deberíamos acordarnos de que existe dentro de nosotros), o que nos
ayude (la ayuda de Dios llegará, en alguna forma, en forma de un amigo, en
forma de un préstamo, en forma de una llamada o mensaje esperanzador, menos en
la forma de una Luz resplandeciente y cegadora llamada Dios).
Trato,
si te has dado cuenta, no de volverte ateo ni de hacer que dejes de creer en tu
buena estrella, sino mas bien de que ocupes parte de tu tiempo haciendo algo
muy importante, que te recortará tiempos valiosos, que te redituará en largos
periodos de tranquilidad y que, sobre todo te hará crecer: que ocupes tu tiempo
Resolviendo.
Resolver
tiene muchas caras:
Resolver
significa realizar esa llamada que tienes pendiente con las personas que amas y
con las que te encuentras en algún conflicto, con la mira puesta no en tan solo
cumplir con tu propia conciencia, hecho que en sí mismo tiene valor, sino en
lograr limar asperezas y reparar un vínculo de amor y de fraternidad que podías
haber pensado roto, y que, te lo aseguro, requería de muy poco de tu parte para
componer.
Resolver
significa quedarte treinta minutos más en la oficina para buscar esos
documentos que desde hace meses no encuentras y que te están haciendo trabajar
extra para elaborarlos de nuevo. Significa hablar para solicitar ese pequeño
incremento que crees que mereces, significa invertir en tiempo, para cosechar
en tranquilidad.
Resolver
significa poner atención a tu cuerpo, con una visita de rutina al médico, mucho
antes de empezar a sentir malestares. En la antigua China se pagaba a los
médicos por mantener sanos a sus pacientes, y se les dejaba de pagar una vez
que estos enfermaban, por la creencia de que no habían hecho bien su trabajo. Prevenir
antes de lamentar. Cuidar de ti antes de que alguien más deba hacerlo.
Resolver
significa también mostrar el carácter, tener el coraje, poner a prueba la
fortaleza propia y la de la amistad de aquellos a los que amas y que te aman,
afrontando realidades incómodas, saliendo del closet de la simulación, cruzando
la línea tan temida del qué dirán y sumando a los que debas sumar restando al
mismo a tiempo a aquellos con quienes quizá no te unen lazos tan fuertes y duraderos.
Resolver
es, entonces, mantenerse antes de curarse, ganar el brinco a los mutuos
insultos con un sorpresivo buen abrazo, pero también es el beso en medio de la
tempestad, es la amarga medicina de las doce de la noche, es el abrazo que
parece a destiempo sin serlo.
Te
invito a resolver, a solventar, a solucionar. Hacerlo es, en muchas
circunstancias, la diferencia entre un ser humano y otro, es la diferencia
entre los que se levantan y los que se inclinan. Y te invito a hacerlo sin
rencor, sin el coraje que envenena, sin miedo a los resultados de tu intento.
Te invito a hacerlo con energía, en el menor tiempo posible, en la mejor
oportunidad que se presente y con cariño a lo que haces.