miércoles, 4 de junio de 2014

Se me olvido.

Se me olvidó que ya te había olvidado. Tan seguro estaba de recordarlo que olvide tener cuidado. A diario, en el camino, en la oficina, entre la gente, es de las cosas que tengo presente.

Te olvidé.

Te olvidé y lo que se va, así como se va, ya no regresa, me dije, ¡Y por Dios que me convencí!
Y mira que me creí tan bien de la mentira, que hice incluso la vida de antes, las mismas calles, los mismos lugares, hasta la misma gente, sin recordarte. Sábete que también No recordar las cosas malas es buena memoria. Y de alguna forma, en algunos momentos, en tus peores facetas, eres de las cosas malas, habrás de reconocerlo.

Pero hoy se me olvidó lo que durante mucho tiempo, durante cada día he recordado: y es que ya te había olvidado.

No es justo, me parece que el destino debiera permitirle a uno dejar atrás a su pasado.
Que el agua que un instante corre por el río no regresa jamás, y esta agua… carajo! Esta agua no había regresado. No es justo, te digo, que aparezcas en ese resquicio de la memoria, riendo de nuevo de mis tonterías, con tus ojos rasgados, con tu adorable insensatez, con tus labios delgados.

¿Y qué hacer ahora? Pues…. Lo de siempre: apretar los puños, distraer el alma y….claro, ir con más cuidado. Caminar al borde del precipicio no es cualquiera cosa. Un paso en falso y adiós. Por dentro sé perfectamente que una vez más no la cuento. Y ya no estoy para dejar de contarla. Maldita suerte….Se me olvidó de nuevo que ya te había olvidado.