jueves, 18 de noviembre de 2010

Hemos perdido el estilo


"Dijo Javier: - Si de plano la situación sigue como está y no mejora, me pego un tiro -."

Mire Usted: en lo que va del presente año, y de acuerdo a los dos periódicos que leo de lunes a domingo y que, dicho sea de paso, son muy malos y siempre tratan ambos de las mismas cosas (aún así persisto en leer los dos), se han suicidado en la región aproximadamente 151 personas, es decir, una casi cada dos días. Las causas: variadas, aunque he de decirle que la mayoría relativa de esos suicidios ha sucedido sin mediar motivo alguno. En prácticamente todos los casos en los que ha escapado por la puerta falsa un mayor de 40 años, ha mediado el consumo de alguna sustancia embriagante y/o enervante.

He visto que son pocos los jóvenes que lo hacen y pocos los viejos que lo hacen, el grueso de los amiguitos que deciden ir a buscar la Olla con Moneditas de Oro al final del Arco Iris es gente madura, a como se ven las cosas, en la etapa más productiva de su vida. El 92 por ciento son varones heteros, el 4 por ciento mujeres y el restante no se pudo saber su orientación, no se les pudo preguntar principalmente porque ya estaban fritos. Es decir, que Sí, los hombres somos propensos a mandar todo a freír espárragos por un tubo, incluso la propia vida, por muy variados motivos.

Algunos lo hicieron en hoteles, unos pocos en caminos vecinales, y la enorme mayoría en su vivienda o en su propio patio. Mitad y mitad se reparten entre los que dejaron carta o recado póstumo y los que ni adiós dijeron. La gran mayoría dejó hijos en la orfandad y en el caso de aquellos que dejaron carta póstuma, lo hicieron por conflictos de pareja, no así los pocos casos acaecidos entre jóvenes, que se reparten a partes iguales entre los que tuvieron conflictos de noviazgo con los que tuvieron problemas con sus padres. El 91 por ciento de estos amiguitos o amiguitas (o al revés como dice el presidente) pertenecía a estratos sociales de escasos recursos aunque esto no es necesariamente indicativo que su motivo fuera económico, pero si esto no ayuda a la probabilidad por lo menos sí a la estadística.

Hubo, como en botica, de todo: estudiantes, maestros, abogados, doctores, ingenieros, etc., aunque lideraron por una nariz alarifes y ayudantes de obra. Incluso el equipo de investigación de Los Hongos Alucinantes se dio a la tarea de indagar en el caso de aquellos que ingirieron bebidas espirituosas antes de tomar la fatal decisión, corroborando el amplio dominio que tiene la cerveza sobre el licor en este momento de disyuntiva, como lubricante emocional y paliativo del alma, aunque insisto, no me atrevería a afirmar que todos los cheleros terminaran por ir a indagar qué tan profundo es el agujero del conejo, eso sí que no.

Pero no le aburriré con más estadística que aquella que puede usted solicitar al IFAI si así lo desea .

Lo que me parece un tanto irritante de este asunto son los modos.
Le explicaré: del total de suicidios que hubo, el 96 por ciento, es decir, 145 casos, fueron por ahorcamiento, unos pocos por disparo de arma de fuego y hasta hubo un despistado que tomó veneno. Le comentaré que en épocas anteriores los suicidios por arma de fuego eran los más socorridos, pero en estos tiempos, a partir de la guerra contra la delincuencia organizada ahora, y hasta no hace mucho las campañas de despistolización entre la población civil, este recurso ha dejado de ser utilizado, con lo que el suicidio ha perdido algo de dignidad.
Vamos, habrase visto, por ejemplo, en alguna película, que al final, el villano, tome una cuerda, le haga un nudo corredizo (si es Usted un suicida en potencia le advierto: no cualquier nudo sirve), y se aviente al vacío a ver que se siente volar. ¿No verdad? Al contrario, la mirada fija en los pensamientos, el paso lento, los movimientos calculados al colocar una sola bala en el revólver (casi nadie se suicida con una escuadra en las películas, quizá esto tiene que ver con la funcionalidad más que con la elegancia), son situaciones bastante solemnes y provocan hasta un cierto nivel de respeto que caray. ¿Pero que tenemos ahora?, una parvada de irredentos que se cuelgan de vigas y ramas los más Inn, y de hamacas, protecciones, y perillas de puertas los más Out.
¡Valgame! Le invito a que me diga ¿Cómo le haría para colgarse de la perilla de una puerta? ¿De la protección de la ventana? ¿De una hamaca? ¿Verdad que se antoja difícil? Eso es lo que me tiene hasta cierto punto molesto. Hemos perdido el estilo. Definitivamente. Ya no nos importó aquello por lo que hemos vivido y ha dejado de importarnos la forma en que moriremos. Qué cosa es esa de que lo encuentre a uno su hijo, su hija, su entenado, su pareja, su amigo, su amiga, su padre o su madre, “colgado” del soquet o del gancho de la ropa. No amigo, estamos muy mal. Esto va para atrás, es la barbarie.

Aplique esta publicación como llamado de atención para los amigos de mentalidad suicida, que… Caramba, está bien, ya estuvo bueno de sufrimientos y peleas, ya estuvo bueno de crisis, de delincuencia, presiones, enfermedades, problemas, vamos a la tostada con todo eso y que se acabe de una buena vez, pero por favor, hagámoslo de una manera civilizada, segura y sobre todo digna.



lunes, 15 de noviembre de 2010

Genio y Figura

Hace un buen tiempo, a la hora de la comida, y no recuerdo por qué motivos, mi padre dijo una de sus celebres frases (por extraño que le parezca, mi padre es de esas personas que dicen frases que las personas famosas repiten después, frases celebres, a cada dos minutos, tiene esa extraña facultad de las mentes preclaras a las que los problemas mundiales se les hace algo a si como un alka seltzer en un vaso con agua mineral) pero bueno, le decía a Usted, que entre sus frases para la posteridad, se me quedo viendo con motivo de no sé qué boludez dije, y con los ojos arrasados de ternura exclamó “-Mi hijito está loco-”.

En los cuestionados temas de la naturaleza humana, del a-donde-vamos-de-dónde-venimos, le diré a usted que nadie nos conoce mejor que un padre (de esos no, le estoy escribiendo en serio por una vez en la vida, estos es de padres de verdad), y después de un año y medio de meditarlo pienso que mi viejo tiene razón., estoy loco.

Demente, perturbado, chalado, orate, tocadisco, locatel, majareta, chiflado, lunático, ido, o como quiera usted llamarme. He llegando a la conclusión de que en muchas, las mas de las ocasiones no soy solo imprudente, irreflexivo e infantil, sino que he ido mas allá, en aras supuestas de la exploración de mis límites pero con la interna convicción de crear, de alentar, de fomentar y de hacer prosperar el caos. La forma más a la mano que tenga de caos será buena para este su seguro servidor. Detrás de los lentes, el orden y las buenas costumbres, puede usted estar seguro de que se encuentra frente a un maniático esquizofrénico paranoide aun sin diagnosticar clínicamente, por no convenir a sus intereses. Y es que después de algunos episodios en mi vida, pienso que ya nada ha sido igual, situación que pudiese yo comprobar fehacientemente si tuviera conciencia de mi vida anterior a ellos. Pero no la tengo, mis padres sí, es por ello que le repito a usted que ellos nos conocen y sabrán, con justeza, que no justicia, decir con todas sus letras y un suspiro ahogado “-Ahhhh mi hijito está loco-“.

Aquí le van algunos angustiantes episodios que pueden llegar a comprobar la importante merma o trasmutación en las cien mil millones de neuronas que debería tener (ja, si como no, ya me imagino a Watson, Crick, Pasteur, Pérez o Hernández, con un jodido microscopio cuente y cuente las neuronas en el cerebro fileteado de un difunto, para llegar a un numero que a nadie le dice nada y que a menos que nadie nos importa).

Episodio Uno (las llantas de la bici verde)

Tenía yo en mi más tierna niñez una bicicleta de color verde, primer vehículo no motorizado del que fui virtualmente único dueño, y que hacia mis delicias pues me ahorraba tiempo, esfuerzo y asoleadas en los traslados, principalmente a la tienda y el parque, rutas habituales de las tardes de mi pueblo. (En caso de que tenga Ud. Más de 30 me entenderá que antes podía uno ir a la tienda y al parque en bici o monociclo, sin que existiese un significativo riesgo de ser atropellado, confundido, levantado, o atacado con granadas de fragmentación como ahora, en caso de que tenga Ud. Menos de 30…..no me mienta, nadie de menos de 30 lee este blog, es más, creo que nadie lee este blog, caso contrario no escribiría). Pero bueno, caray, divago, es parte de mi locura, el caso es que mi bicicleta verde tenía las clásicas llantitas auxiliares adosadas a la llanta trasera, que daban estabilidad y soporte al manejo a l principio, e incomodidad después, pues me hacían ver demasiado niño en una etapa en la que ansiaba yo ser mayor (sin saber, claro que ya de mayor, me seguiría comportando como un párvulo). Asi que después de mucho rogarle a mi padre que me permitiera manejar mi bici sin esas ñoñas llantas, llegó el esperado día, en que, armado con unas pinzas de mecánico, mi papá retiró las llantas, y ante la vista de todos mis familiares, me dio el banderazo de salida para mi primer viaje verdaderamente en bicicleta. Y allí fui, los primeros veinte metros del frente de la casa de mis padres y la abuela, cruce como rayo frente a la casa de la tía Mari, mismo caso con el frente de la casa de doña Juana, y al llegar a la esquina, justo donde debía virar….no viré. Recuerdo vagamente haberme roto la crisma al bajar el escalón de la guarnición y caer directo a un pavimento duro como la realidad misma. Cuando recuperé el conocimiento la imagen de mi padre levantándome mientras yo, con la cara rota de verdad, no ocultaba mi irrompible orgullo por mi primer viaje en dos ruedas.

Episodio Dos (¿A qué hora se acabó el foro?)

¿Ha jugado usted al “encantado”?¿A “las traes”?, bueno, ese juego es universal e intemporal, no se requiere para jugarlo más que ser niño, y tener ganas de hacerlo, se puede jugar con dos, tres, cuatro o mil participantes, y puede jugarse lo mismo bajo la lluvia que bajo un radiante sol. Le contare a usted que la escuela primaria a la que yo fui, era de las mejores, si señor, era una verdadera escuela, de los poco bueno que dejaron los gringos a su paso por mi pueblo durante las glorias de la extracción del azufre. Techos impermeabilizados, ventanas de aluminio, canchas de futbol, barda perimetral, muchas aulas, patios, juegos, una enorme explanada al centro y por supuesto, un foro elevado. Bueno, le decía del juego del “encantado”, ¿Quién no lo ha jugado en su niñez? Caray, en esas andaba yo una tarde veraniega, corre que corre escapando del enemigo, por la explanada, los pasillos, las canchas, el foro, y….. El suelo. La altura de la que caí no es tanta, aunque para un niño de 1.25 mts la altura de un foro puede ser algo asi como un abismo, el caso es que otra vez desperté cuando la maestra Teresa me echaba alcohol en la nuca y la cabeza, con mucha menos neuronas de aquellas con las que empecé a jugar “tu las traes” esa tarde.

Episodio tres (la bolsa de las tortillas)

¿Tiene usted una lonchera? Supongo que sí. Una reluciente y rígida lonchera térmica con la figura de Bambi al frente y Winnie Pooh al dorso. Eso es ahora amigo, antes las cosas eran diferentes. Recuerdo perfectamente que durante los veintitrés años que mi padre trabajó en la compañía extractora de azufre mi madre le preparó religiosamente su lunch cada día, colocándoselo en recipientes de peltre azul y a últimos tiempos, en algunos de plástico. Todo esto, tortillas incluidas, era introducido en una bolsa de tela de color azul marino, que con el paso del tiempo adquirió un tono cenizo. Y era antes de que se fuera atrabajar o después del mediodía, antes de comer, que había actividad para un joven púbero recién llegado de las clases matutinas. Había que ir a buscar las tortillas.

La tortillería estaba relativamente cerca, a dos cuadras, pero para ese entonces yo tenía una bicicleta que usurpaba pues no era propiamente mía. Una excelente bicicleta de carreras en un tono azul eléctrico, y la verdad sea dicha, dos cuadras pueden llegar a ser como una milla para quien tiene prisa y NO quiere ir a buscar las tortillas. Tristemente tomé la bolsa y el dinero, monté en la bicicleta y a la tortillería. Un kilo, o kilo y medio, no sé, son de las cosas de memoria que se pierden con el golpe. Al regresó todo ocurrió en un instante, el peritaje posterior indica que la bolsa de las tortillas atoró la llanta delantera con la tijera de la bicicleta y ¿qué supone usted? Acertó: volé de nuevo.

Nuevamente desperté con el olor del alcohol en la nuca y en la cabeza. Esa creo, amigo mío, que fue la definitiva.

Lo demás ha sido testarudez, necedad, ha sido ir muchas veces contra corriente. El dormir poco y leer mucho quizá es un caso clínico, la verdad me negaría al análisis. No me parece del todo malo y es un padecimiento que al parecer se lleva en soledad sin afectar a terceros, creo yo. Mi padre tenía, tiene y tendrá la razón, porque sabe lo que engendró y porque ha visto su locura. Escribirlo no ha sido reparador ni ha cerrado ninguna herida porque heridas no hay más que aquellas que los golpes reales me dejaron. Soy como he querido ser. Bueno y malo. Hice muchas cosas y me arrepentí de la mitad e de ellas, tengo setenta proyectos en la cabeza y mañana serán setenta y cinco. No alcanzará la vida para hacer la mitad de ellos, soy megalómano, tengo buena memoria a largo plazo y pésima memoria a corto plazo. No soy nada detallista, excelente para los nombres y terrible para la fisonomía. En fin, genio y figura, dicen, hasta la sepultura.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Como un dolor de muelas

Bien, ¿ha sentido alguna vez usted un dolor de muelas? Sé que la pregunta quizá puede parecerle ociosa, banal, intrascendente, egoísta, trivial, insípida, anodina, insustancial, vana, fútil y falta de criterio, pero se también que si ha pasado usted el referido trance no le parece así.
Le cuento a usted, que se ha quedado en este blog, que hace justamente siete días he acudido con el facultativo a fin de que me revisara una muela que había tenido a bien joderme la vida los cuatro días anteriores. De tal suerte que una vez que me hubo revisado Chely (así de confianza se debe tener con la persona que es capaz de detectar perfectamente lo que se ha comido uno la última semana, tortillas incluidas) concluyó en una serie de tecnicismos de los que alcance a pescar una o dos de las catorce razones que me dio para extraerme la famosa muela.

"Muerto el perro se acabo la rabia" reza el refrán. Que, ¿el que invento esa patraña no sabia nada de infectologia, epidemiología, o fatales consecuencias por el estilo?

Es muy curioso como en la era del rock y de los corazones trasplantados (diría Gabo) la odontología moderna aun no inventa el RLDDMSDYSQSSDUC (rayo-laser-desintegrador-de-muelas-sin-dolor-y-sin-que-siquiera-se-de-uno-cuenta) o alguna mafufada por el estilo que ayude a aquellos que acudimos a que otros nos resuelvan ese especifico problema. Pero no: fatuas ilusiones, vagas ironías, tristes mentiras. La descarnada verdad es que después de aplicarme tres inyecciones de anestesia local (¿demasiadas no? Yo también dije lo mismo, hubiera preferido una sola inyección de anestesia… General) trajo Aracely unas pinzas que (lo juraría) me parecieron idénticas a las que utilice el otro día para intentar componer el soporte del escape de la camioneta, y mientras comentaba de temas de lo más triviales empezó un ritual de estire y afloje mandibular dentro de mi cavidad bucal.
Durante los recesos que me daba para enjuagarme le pregunte insistentemente si recordaba que era solo una pieza la que debía sacar y no dos o tres porque de plano yo sentía que pensaba dejarme con menos dientes que una tortuga. Al mismo tiempo empecé a cavilar acerca de si no sería necesaria una o dos unidades de sangre, así, nomas, por si las dudas, no fuera a ser la de malas y muriese desangrado ahí mismo. Después de aproximadamente 25 minutos de tiros y jaloneos asomo la pieza, - ¡que grande pieza! ¡Que raíces tan grandes!- (pensé para mis adentros... Si está tan bonita entonces ¿¿por qué la sacamos?? ¿¿La dono a un museo??? )

Adolorido y todo, respire un tanto aliviado al ver que la causa de mis recientes males se encontrara fuera de mi. Lo que siguió fueron las recomendaciones de rigor: que nada de grasas en la comida, cero sexo, nada de ir a correr por una semana, los clásicos enjuaguitos de agua de sal y Vantal, si tomas no manejes, cero sexo, antibiótico leve y desinflamatorio normal. Así, con lo del sexo dos veces, caray, como si en la raíz de la muela se me viera lo sexoso o algo por el estilo.

Salí de ahí entre abatido y aliviado, directo a la oficina (como siempre verdad, je je) en donde estuve errático y apesadumbrado por el dolor residual. Me propuse tomar religiosamente mis barbitúricos, guardar el mayor reposo posible, resignarme a una dieta de sopa, helado de limón, agua, y nada de disgustos. Difícil conciliar el sueño por la noche, pero con la esperanza puesta en los muchos motivos de mejoría creo que empecé a soñar desde antes de estar dormido. Al día siguiente mismos síntomas y como si nada, me he atravesado las mismas pastillitas recetadas por la doc pero ahora de dos en dos me dije a mi mismo, para mejores efectos.

Por la noche todo iguanas ranas. Que caray, venimos a este mundo a sufrir, así que esta cosa no es más que una forma. Al tercer día lo mesmo dicen en el rancho. Al cuarto día de plano regrese con Chely. Ya no se que era: la muela, la quijada, el agujero que quedo, o el inmenso cerro de mis pecados lo que me dolía. El caso es que le dije como el poeta: me habéis quitao la muela, quitadme este dolor, la quijada, la cabeza o la vida ( Yo y mis malditos sentimentalismos jeje). Una vez auscultándome la facultativa indico un raspado de la herida ( no me haga Ud. Esa mueca, ya va de asqueroso de nuevo), el cambio de antibiótico y nuevos remedios a base de placebos y vejigatorios. Y por ahí empezó otra vez la negra historia. Porque al dejar de ver resultados se abre en la mente una grieta pequeña que da paso a la exasperación. Las voces sabias de la experiencia empezaron a levantarse a mi alrededor, la tía Martucha que con Maguey morado, la tía Mary que con agua de sal, mi santa madre que con epazote, argel, malamujer,esto que con lo otro y el espíritu de la muela ahí sigue, jode que jode.

Al momento de escribir estas líneas me he inventado un coctelito con las mismas medicinas que me han recetado, variando ligeramente las proporciones indicadas, con el que medianamente puedo dormir un rato. Creo que esto es tema trillado ya y que en algún sitio debe haber incluso hasta películas con el título de "La venganza de la muela maldita" o algo así. De momento me parece que el combinado de medicinas está surtiendo efecto, así que pase usted buena noche y no gaste su tiempo en ironías respondiéndome la cortesía.