domingo, 9 de septiembre de 2012

El Club de los Corazones Rotos


Bienvenido al Club de los Corazones Rotos, o BHC, por sus siglas en inglés, aunque en Inglaterra, hasta donde tengo sabido, ni lo conocen. Pase usted, siéntese, se encuentra en casa. ¿Té o café? Tenemos refresco si gusta también. Hay tequila, Ron, Brandy, Vodka o Whisky. Aquí no se juzga a nadie por beber, llorar o maldecir. Lo único que no tenemos son drogas, están demasiado caras y se acaban muy rápido, y nosotros vivimos de subvenciones y las subvenciones no dan para eso. Los cigarros son solamente para quienes de por si ya traen mal aliento, lo que muy probablemente explica el que sus parejas se hayan ido.

 
¿No quiere nada? Está bien, nada le daremos. ¿Gusta sentarse? ¿Verdad que sí quiere una silla?, Ya ve, algo quería. Así somos todos, amigo, queremos algo, pero nos da pena, somos demasiado orgullosos, falsos, fatuos o simplemente tontos como para pedirlo. No se ofenda, lo de tonto lo dije en forma menos ofensiva que se pueda interpretar, es que… ¿Sabe usted? Todos somos un poco tontos todos los días. El secreto, como en todo, está en no excederse. Y habemos quienes nos excedemos casi casi como por deporte en eso de ser tontos.


¿Está usted triste? No se preocupe, la tristeza actualmente es de los sentimientos más comunes del ser humano. La desesperanza cunde entre las poblaciones como si la regalaran. Pero le diré un pequeño secreto: la desesperanza viene también de la inacción. Se lo resumiré de un modo más entendible y atendiendo a solo una de sus vertientes, lo aclaro para que no piense Usted que yo soy limitado: la inacción puede conducir a la desesperanza y esta a su vez a la tristeza. Pero no me desviaré de la charla, si se siente usted lo suficientemente triste como para llorar puede hacerlo, en silencio o gritando, como guste; si no se siente lo suficientemente triste como para hacerlo permítame llevar mi silla para allá y sentarme junto a Usted el rato que decida estar triste. O las horas, o el día o días que decida estarlo, igual y mientras le platico algunas cosas para entretenernos, eso de la tristeza es un asunto serio porque llega cuando uno no la necesita y no se va hasta que ella quiere. Hay que convivir con ella, pues. El problema es que nadie quiere convivir con ella. ¿Se imagina Usted lo que sería el mundo si nadie quisiera convivir con Usted? Se haría usted huraño, quizá empezaría Usted a odiar a los demás  y los demás terminarían odiándole también. Así pasa con la tristeza y con tantos otros sentimientos indeseables. Terminamos odiándolos y ellos terminan odiándonos a nosotros. De modo tal que no queremos vivir con ellos y ellos se empeñan en hacernos también la vida imposible: no hemos aprendido a coexistir en el mismo espacio. Pero aquí entendemos y respetamos eso, así que usted, la tristeza y yo, tomaremos tres sillas y nos sentaremos a hacer lo que Usted quiera, incluso a mirarnos entre  nosotros solamente.

 
¿Siente rabia? Eso es normal. Cuando el camión recolector de la basura deja de pasar un día frente a nuestro Club también nos da rabia a nosotros, porque tendríamos que soportar el hedor de la basura acumulada frente a nuestra puerta. Pero cuando eso pasa decidimos tomar acción. Volvemos a guardar la basura para que no se encuentre a merced de los perros callejeros ni de las inclemencias del tiempo, hasta el día siguiente, que entonces sí pasa, y entonces el rabioso es Él, de nuestros reclamos. Es normal sentir rabia contra alguien que decide dejar la basura frente a nuestra morada, pero quedarse con esa rabia es Mortal, quedarse con esa Basura también. Hay que sacarla de alguna forma: la Rabia o la Basura. Bueno, pero eso es en cuanto a nosotros y las nimiedades del camión recolector. ¿Usted que piensa hacer con su rabia? ¿Quiere golpear a alguien? Que casualidad, tenemos en la habitación contigua un improvisado ring y unos guantes y… ¿Qué cree? Hay como 3 o 4 rabiosos allí también, así que las cosas estarán parejas. ¿Quiere usted romper cosas? Eso sí no está permitido hacer, al menos no con nuestras cosas. Recuerde: vivimos de subvenciones. Si quiere romper algo traiga sus propias cosas aquí le daremos espacio tiempo y tranquilidad para romper lo que quiera y sea enteramente suyo. Aunque..debo advertirle: generalmente lo que se rompe hoy se necesita mañana. Eso aplica para todo, ¿me entiende? Para Todo. Hasta para las personas.

 ¿Le han engañado vilmente? ¿Siente autocompasión? Eso también es normal. Hablo de lo primero, lo segundo es bastante fútil, porque no conduce a nada. En el universo casi todo es causa – consecuencia. La autocompasión es de las pocas cosas que No. Es decir, después de ella no hay nada. Como reacción a ella no hay nada. Y en contraparte de ella realmente no hay nada. La autocompasión es entonces un sentimiento inútil. Pero aún si usted decide por voluntad propia ser un inútil yo le acompañaré a ello, aunque no le prometo serlo también, eso hace mucho tiempo que no me sale tan bien. Ahora también, le notificaré que eso de la autocompasión puede ser generalmente un sentimiento bastante pasajero. Es decir, muy pocas personas te acompañan en ello, resulta estrafalario para los demás que uno la viva y por vergüenza o temor al rechazo la abandonamos enseguida. Por eso tengo valor para acompañarle en ella si así lo decidiera Usted, porque sé que no durará. Para cuando se le quite (en dos o tres horas) tengo mil ideas nuevas que transmitirle, mientras tanto, si gusta, hagamos un repaso de lo bueno que Usted ha sido y de lo mal que le han tratado…. Sin ironías, claro.

 
¿Siente que no le comprenden? Explíquese con claridad, eso solucionará ese pequeño problema. Sépase usted que el 90% de los problemas que no se solucionan tienen su origen en el planteamiento mismo. Si no sabe pedir, jamás le darán lo que Usted quiere. Le darán lo que quieran, o lo que les sobre, o lo que sea, menos lo que Usted quiere o necesita. Y eso frustra, por supuesto que frustra. La frustración viene por añadidura, viene aunque Usted no lo quiera. Pero piense bien: ¿Con quien se frustrará? ¿Con quién no supo pedir o con quien no supo que le pedían? Ahora bien, las cosas tienen remedio o no lo tienen, simple y llano. Así que por favor, si se ha decidido a hablar y pedir, pida cosas congruentes. En este Club podemos acompañarle, ayudarle a romper platos, o boxear con usted hasta sangrar, pero no podemos regresarle el ser amado ni revivir a nadie. Así, cuando pida Usted, sea congruente, sea realista, objetivo, y de ser posible gráfico.

 
¿Se ha cansado Usted de mi? Diablos, apenas empezábamos. ¿No tenía entonces el corazón roto? Bueno… tampoco podemos retenerle contra su voluntad. Si gusta Usted irse vaya con Dios.

El Abuelo

-¿A donde vamos, Abuelo?- Sígueme, hijo.
Veredeando por los cerros, serpenteando por el monte, el camino parecía no tener fin. Salimos a eso de las 12 de la noche y ya eran casi las 2 de la mañana y seguíamos caminando, francamente me sentí un poco cansado y mañana era día de escuela. Contando el regreso por lo menos faltaban otras dos horas para volverme a dormir. Vivíamos entonces al pie del cerro, donde el camino del panteón dobla para tomar la vereda principal del santuario, y después de hora y media caminando casi estábamos en la cima del cerrito, desde donde se domina todo el pueblo, desde la Carretera Federal hasta la Laguna Grande, pasando por la hacienda de los García-Mora, que ya de por si abarca mucho. Los grillos nos acompañaron todo el camino.
 
 
Desde que tengo uso de razón, el Abuelo es el pilar de la familia. Es Él quien, hace muchos años, junto con otras 4 familias fundó el pueblo, dicen, en esta como cazuela que se hace entre cerro y cerro, a donde la carretera nunca llegó por más que nos prometieron, aunque después no importara, porque el abuelo junto a otras personas abrieron el camino de brecha desde donde llegamos a la Carretera Federal, que le llamamos Carretera Grande. En ese tiempo le decían que para que se vino, que aquí no había nada. Jamás hubo monte en este como comal caliente que se vuelve en Mayo, si acaso, en las pocas lluvias que caen invariablemente en Septiembre, justito después de la fiesta del pueblo, nacen unos zacatones en donde lo más que se hallan es lagartijas si tiene uno suerte y culebras de las malas, si uno no la tiene. Lo bueno de la gente de aquí es que no somos remilgosos y nos comemos todo. Así nos enseñaron el abuelo y los primeros que llegaron a vivir: todo es alimento, todo sirve, y lo que no mata engorda. Se hallan, sabiéndolos buscar, unos hongos sabrosos que saben casi como la carne, hay bastante conejo aunque no lo parezca, y de las biznagas sale mucha agua. De ahí sacaban agua los tíos antes, cuando no había pozo. Después, cuando el Abuelo y los demás abrieron la brecha, un día llegó un señor con un  camión repleto de tubos viejos que enrosco uno con otro y que, con un malacate y unas llaves empezó a clavar en el suelo, al lado de la casa de nosotros; todo mundo se puso a observar como entre el Don y el Abuelo metían los tubos en el suelo duro y seco, y a poco rato ya había un montón de gente ayudando a meter el tubo, otros tantos enroscando mas tramos y muchísimos mas mirando como zopilotes parados en un poste. No se cuantos tubos metieron pero en una de esas el señor sacó de su camión un como maneral y se lo puso al tubo, jaló dos veces y nada, otras dos y nada tampoco. Escupió su cansancio al suelo, quitó el maneral siguieron metiendo tramos, uno tras otro. Volvió a poner la capucha de los tubos otra vez y ahora si, al tercer jalón, salió el agua. Creo que me comí dos moscas de lo abierta que tenía la boca de ver eso, yo que pensé siempre que el agua salía de las biznagas y de las pocas nubes de septiembre, pero jamás de la tierra.
Y así con el agua, con la carretera, con la primera tienda, con el comisariado ejidal y la repartición de la tierra, el abuelo estaba en todo. Y en eso precisamente fue que se vinieron los primeros problemas, con la repartición de la tierra. Una tarde, por el polvoriento camino de terracería que nos conectaba con el mundo se vio venir un carro, creo que era el primer carro que llegaba acá. En él venían los García-mora. Llegaron directo a ver al abuelo a la casa y El los hizo pasar a la improvisada oficina del comisariado ejidal. Del gobierno los habían mandado, decían, traían unos papeles y estuvieron muchas horas hablando con Él ese día, y al siguiente y al siguiente. Dormían en su coche y por la mañana regresaban a la oficina del comisariado a seguir discutiendo con el Abuelo, a quien ya se habían unido parte de las poquitas familias que vivamos en este pueblo al que hasta la fecha, que yo sepa, nadie ha venido a bautizar con ningún nombre. Luego supe el motivo del borchincho: desde que la primera familia se instaló aquí, la tierra se repartió según el numero de integrantes que tuviera la familia que llegaba, en el entendido según yo de que a como pudieran trabajar la tierra se la daban. Todos cazaban, pero nadie vivía de eso: el abuelo y toda nuestra familia vivió siempre de sembrar. Y las demás familias vivieron de lo mismo. Pero los García-Mora no venían a sembrar, dijeron que en San Marcos tenían mas de cien reses que necesitaban pastar y que allá ya no había espacio, que necesitaban tierra aquí, mucha tierra. El abuelo y los demás alegaron que aquí había mucha tierra, pero que de ella ni los zanates se levantaban nunca, cuantimenos la mínima brizna de pasto que necesita una res. Haiga sido como haiga sido, los García –Mora se instalaron al otro pie del cerro, se trajeron gente a sueldo y muchos metros de alambre para cercar lo que abarca del pie del cerro hasta la orilla de este incipiente pueblo. Y eso si: trajeron muchas reses.


 En ese pensamiento estaba yo cuando llegamos a la punta del cerro. Este cerro es una cosa singular: es muy empinado y tiene la punta chata y plana, como un campo de futbol, y por alguna razón que el coco no me alcanza para entender acá arriba siempre hace frío y aunque no se siente nada de humedad, todo es verdor. Ya eran más de las 2 de la mañana. A no ser porque venía justamente con el Abuelo que se conoce cada curva del camino, no hubiera venido. Me senté en una piedra a descansar y Él también. No dijimos nada, solo recuperábamos el resuello. Entonces se acostó boca arriba en el zacate bajito que hay allí y me dijo que si quería, que me recostara por ahí cerca. Más por cansancio que por hacerle caso me acosté también, y volteando al cielo me encontré con mil linternas que nos alumbraban y una luna que parecía que estaba colgada de un árbol, de lo grande que se veía. Pensé que dormiríamos allí, pero el viejito solo miraba hacia arriba y no decía nada.


De ahí pa´l real casi todo fue problemas. Los García-Mora querían mas terreno pues alegaban que aun tenían más, muchos más animales, y la gente del pueblo ya no estuvo de acuerdo. Se tomaron por su cuenta la tierra y entonces conocimos la autoridad. Llegaron por el mismo camino por donde los otros, en un camión cargado de soldados que venían a instalar unas como tendajones con una mesa, una a cada lado del plan que teníamos como plaza a mitad del pueblo. Elecciones decían, y nos dijeron que en un papelito tacháramos, con crayola los que tuvieran o con un pedazo de carbón los que no, en un simbolito de colores. Lo hicimos mas por curiosidad de ver para que querían los papelitos que porque nos dieran miedo las escopetas que traían, acá el abuelo y cada familia tenían su propia escopeta, pues entonces, ¿como íbamos a cazar los conejos? Pero no. No supimos que hicieron con los dichosos papelitos porque una vez que todos tachamos de a dos y de a tres papeles, los metieron en una caja de cartón, la sellaron con cinta y ya se la llevaban cuando el Abuelo sacó a colación el tema. Le dijeron que iban a mandar un agente municipal, que nosotros pertenecíamos a San Marcos. Hasta ese momento yo no tenía idea de que perteneciera a ningún pueblo más que al mío.
Y después de 15 días llego don Arturo, un señor que de gordo no cabía por la puerta del comisariado ejidal en dizque nombrándose Agente Municipal de Ejido San Gabriel, decía Él que nos llamábamos, y pidiendo vivienda para Él y para su familia en nombre del gobierno de no sé qué tanto dijo. Todos miramos al Abuelo y nuevamente se metió al comisariado a discutir, ahora con el gordo. Eso si, ahí no llegaron a nada, el gordo se fue del pueblo y a los 15 días llegó con el mismo camión de soldados que habían venido con las cajas y los boletos anteriormente. A restaurar el orden y la paz, dijo, siendo que nosotros estábamos ya en orden y en paz desde siempre. Se llevaron al abuelo en el camión y no supimos de Él en todos los meses que siguieron hasta la fiesta de Septiembre, justo cundo cayó la primera lluvia. Llegó en un coche particular, que lo dejó en la carretera grande y de allí se vino caminando hasta acá, de tal suerte que llegó de noche y de lo empolvado nadie lo reconoció hasta que estuvo en la casa y se dio un baño. Nunca nos dijo a nadie en donde estuvo y qué hizo mientras estuvo allí, pero de que estuvo en algún sitio lo estuvo, porque llegó muy serio y después de cenar no quiso hablar con nadie y se fue a dormir dos días seguidos.
Al día siguiente fue a hablar con Don Arturo al comisariado y se encerraron todo el día allí. Después ya no fue lo mismo. Se iba a trabajar la tierra y se pasaba todo el día allí, ya no regresaba ni para comer y por las noches se escapaba al cerro a hacer no sé que cosas, y regresaba hasta bien entrada la madrugada, pero se seguía levantando temprano a trabajar. Ya no hablaba con la gente y ni gesto hizo cuando los García-Mora metieron sus reses en la siembra de nosotros. Fue entonces que nos venimos al pie del cerro. Para estar mas tranquilos dijo, y no se si estuvimos más tranquilos, pero lo cierto es que el aire acá es mas fresco, y a mi papá y al tío Everardo se les ocurrió que nosotros también podíamos criar chivos, y dejamos la siembra. De por sí, de lo que sembramos jamás se levantó mas de la mitad. Pero el abuelo no le entró a la cría de animales, y siguió sembrando por su cuenta, cada vez menos tierra según las fuerzas que le quedaban y cada vez más taciturno.
 
 
 De repente se levantó del suelo y me testereó el hombro. –Levántate, hijo, vámonos-. Emprendimos el camino de regreso, otra vez como reculando por el zacatal, aquí librando una culebra, acá librando un alacrán, acá cayendo a un hueco y levantándonos otra vez, bien alumbrados por la luna y como si fuéramos persiguiendo nuestras propias sombras por ese veredaje lleno de grillos.
Serían las ganas de dormir o la bajada, el caso es que el regreso se me hizo corto. Y digo se me hizo porque no lo estuvo, llegamos a la casa a eso de las 5 de la mañana. Me subí al tapanco y el abuelo se quedó atizando la leña para calentar su café, para Él ya era hora del desayuno y de ahí a la milpa, yo traté de dormir otro rato.


Un buen día nos levantamos para ir a la escuela, pero al pasar por el catre el viejo seguía allí.
–Estoy cansado- nos dijo. Y se volteó a mirar la pared. Nos fuimos a la escuela. Regresamos y él seguía allí, con los ojos bien abiertos mirando la pared, hecho bolita en el catre y bien cobijado. Eso ya fue un poco raro. Al otro día tampoco fue a la milpa y el tío Everardo vino a la casa, platicó un rato con Papá y convinieron llevarlo a San Marcos en el caballo del tío.
Es una fortuna que el abuelo siempre fue de buen diente, porque al tercer día se levantó, atizó el fuego como siempre, y se comió 14 tortillas con chile y sal, de tal modo que cuando el tío Everardo llegó con el caballo el abuelo estaba mas que comido y hasta había hecho itacate.
Lo malo del asunto es que el tío Everardo regresó sólo en su caballo esa noche, directo a hablar con Papá, me mandaron al tapanco y se quedaron hasta quien sabe que horas, porque yo me dormí temprano. A la mañana siguiente mis hermanos y yo preguntamos a Papá, que escuetamente nos contestó que los doctores estaban revisando al abuelo. Yo me pregunté qué cosa le revisarían si el abuelo que se fue a San Marcos es el mismo de siempre, el mismo que fundó este pueblo que según el gordo se llamaba, nos llamábamos, Ejido San Gabriel, así que no entendí nada pero igual m quedé tranquilo, en la secundaria le dejan a uno mucha tarea como para pensar en otras cosas, además, una chamaca sobrina de don Arturo me hizo ojitos por esas fechas y no me la quitaba yo del pensamiento.
El Abuelo no regresó al otro día ni al otro día ni al otro, ni a los 15 días ni al mes. Cada 3 días el tío Everardo tomaba su caballo y perdía un día de cuidar ganado para ir a ver al Abuelo, que según me decían, ya no estaba en san Marcos, estaba en la capital. Después de 4 meses el abuelo regreso. Encorvado, encanecido y sufriendo de una constante caída de pelo que yo jamás entendí porque nadie en el pueblo era pelón, el viejo aún se las arreglaba para ir y venir de la milpa cultivando lo poco que podía con pocas fuerzas pero con mucha disciplina. Incluso el martes pasado se dio el lujo de ir a la plaza y traer nieve para todos nosotros, se veía contento.


No pegué el ojo, por alguna no sé qué extraña razón, escuchaba al Abuelo trasijando los trastes del desayuno y preparando sus huarachos para salir, y no me pude concentrar en dormir lo suficiente para aguantar la mañana de escuela. Entonces, en el tapanco, me animé a hacer lo que no pude antes de subirme; con cuidado bajé la escalera de pino y lo miré, tomando su atole con parsimonia, frotándose las manos para quitarse el frio, ya con sus huaraches calzados y su poncho calamaco cruzado al hombro, solo encima, sin ponérselo.
Le pregunté: -¿Abuelo, a que fuimos al cerro?-
Nada. No hubo respuesta. Tomaba galletas de animalitos secas  y las sopeaba en el atole mirando fijamente la pared, como discutiendo consigo mismo en silencio.
-Abue…. ¿A que fuimos al cerro?-
Volteó despacito, me miró con cariño y creo que le vi algo así como la mitad de una sonrisa. Volvió a concentrar en remojar las galletas en el atole y contestó: -Vete a dormir, hijo, mañana es día de escuela y lo vas a resentir-.
Asumí que ese no era el momento de mi respuesta, y con curiosidad pero satisfecho por al menos haber preguntado volví a empezar a trepar por esa escalerita angosta, de la que medio camino su voz me detuvo:
-Fuimos a ver de cerca las estrellas, hijo-.


Temprano bajé de nuevo la escalera de pino, con el morral de lana cruzado ya al pecho, y pensando en acabar la sobra del atole que hubiera dejado el viejito antes de irse a la milpa. Encontré el jarro casi completo, y la mitad de la bolsa de papel aún con galletas. Apuré sin calentar el atole y me guarde en el morral la bolsa de papel. Ya me iba volado, pero volteé a ver el catre y me acerqué.
Ahí estaba el Abuelo, acostado aún, agarrando con fuerte con su mano un puñado de galletas de animalito, con el poncho todavía cruzado al hombro como si esperara algo para irse a la milpa, mirando a la pared de nuevo, con los ojos fijos en los grumos del adobe, con los ojos fijos en algo, en otra cosa, como si estuviera mirando fijamente hacia adentro de si mismo.

viernes, 29 de junio de 2012

Resolver

Todos tenemos problemas, esa es la noticia. Si alguien te dice que no los tiene, probablemente aun no se ha dado cuenta de ellos o los niega. Pero ¿Sabes? Esa es solo la mala. La buena es que generalmente existe solución a estos problemas. Pero entonces viene nuevamente la mala: hay que trabajar en esa solución. De eso se trata este comentario. Trabajar para solventar problemas. Existimos muchas personas con problemas al mismo tiempo en el entorno en el que vivimos, es tan fácil como asomarse un poco a la vida de alguien con un café, con una cerveza, con una charla, y te soltará que tiene tantos o mas problemas que tú, y que sus problemas son tan o mas complicados de resolver que los tuyos, es una realidad. Pero esto no tiene que afligirte ni hacer que veas de repente gris el mundo. Es, como te comenté, una realidad.

La diferencia entre aquellos a los que le preguntas si tienen problemas, y te contestan con una sonrisa que NO, y aquellos que inmediatamente te los describen a detalle, radica en muchas ocasiones en la forma de afrontarlos. Soy, en este aspecto, un convencido de que los problemas tienen la desesperanzadora particularidad de no irse por si solos. Así que,  si te escondes te encontrarán, si huyes te seguirán, si cierras los ojos, cuando vuelvas a abrirlos ahí estarán, es decir: por sí solos no se irán.

Ante esto tenemos la oportunidad de lamentarnos hasta el cansancio, de implorar al Dios o a los Dioses en los que creamos reclamando, implorando, o exigiendo; o bien avocarnos de inmediato a solventar con nuestros medios. Y aquí el tema central de la charla: solventar, resolver, afrontar, antes de depender.

La suerte –se dice- es la combinación de preparación con oportunidad. La ayuda externa viene para quien la solicita, para quien la espera, y la aprovecha solo quien está preparado para ella. Y la forma de prepararnos depende solo de nosotros. Pero en lo que el apoyo de Dios, de la Vida, o del Destino llega, deberemos hacer algo por cambiar nuestra suerte. Deberemos, sin duda, dejar de lamentarnos, de preguntar a Dios el por qué de la existencia de algo que nosotros hemos construido (o destruido), o de pedirle a Dios (o a quien sea) que cambie nuestra suerte (si no nos preparamos al mismo tiempo para este cambio de nada servirá) que nos de Fortaleza o Resignación (esto ya se nos fue enseñado, mas bien deberíamos acordarnos de que existe dentro de nosotros), o que nos ayude (la ayuda de Dios llegará, en alguna forma, en forma de un amigo, en forma de un préstamo, en forma de una llamada o mensaje esperanzador, menos en la forma de una Luz resplandeciente y cegadora llamada Dios).

Trato, si te has dado cuenta, no de volverte ateo ni de hacer que dejes de creer en tu buena estrella, sino mas bien de que ocupes parte de tu tiempo haciendo algo muy importante, que te recortará tiempos valiosos, que te redituará en largos periodos de tranquilidad y que, sobre todo te hará crecer: que ocupes tu tiempo Resolviendo.

Resolver tiene muchas caras:

Resolver significa realizar esa llamada que tienes pendiente con las personas que amas y con las que te encuentras en algún conflicto, con la mira puesta no en tan solo cumplir con tu propia conciencia, hecho que en sí mismo tiene valor, sino en lograr limar asperezas y reparar un vínculo de amor y de fraternidad que podías haber pensado roto, y que, te lo aseguro, requería de muy poco de tu parte para componer.

Resolver significa quedarte treinta minutos más en la oficina para buscar esos documentos que desde hace meses no encuentras y que te están haciendo trabajar extra para elaborarlos de nuevo. Significa hablar para solicitar ese pequeño incremento que crees que mereces, significa invertir en tiempo, para cosechar en tranquilidad.

Resolver significa poner atención a tu cuerpo, con una visita de rutina al médico, mucho antes de empezar a sentir malestares. En la antigua China se pagaba a los médicos por mantener sanos a sus pacientes, y se les dejaba de pagar una vez que estos enfermaban, por la creencia de que no habían hecho bien su trabajo. Prevenir antes de lamentar. Cuidar de ti antes de que alguien más deba hacerlo.

Resolver significa también mostrar el carácter, tener el coraje, poner a prueba la fortaleza propia y la de la amistad de aquellos a los que amas y que te aman, afrontando realidades incómodas, saliendo del closet de la simulación, cruzando la línea tan temida del qué dirán y sumando a los que debas sumar restando al mismo a tiempo a aquellos con quienes quizá no te unen lazos tan fuertes y duraderos.

Resolver es, entonces, mantenerse antes de curarse, ganar el brinco a los mutuos insultos con un sorpresivo buen abrazo, pero también es el beso en medio de la tempestad, es la amarga medicina de las doce de la noche, es el abrazo que parece a destiempo sin serlo.

Te invito a resolver, a solventar, a solucionar. Hacerlo es, en muchas circunstancias, la diferencia entre un ser humano y otro, es la diferencia entre los que se levantan y los que se inclinan. Y te invito a hacerlo sin rencor, sin el coraje que envenena, sin miedo a los resultados de tu intento. Te invito a hacerlo con energía, en el menor tiempo posible, en la mejor oportunidad que se presente y con cariño a lo que haces.

miércoles, 27 de junio de 2012

Cheque

Hijo:
Si quieres amarme, bien puedes hacerlo,
tu cariño es oro que nunca desdeño,
mas quiero entiendas que nada me debes.
Soy ahora el padre, tengo los deberes;
nunca en las angustias por verte contento
he trazado signos de tanto por ciento.
Ahora, pequeño, quisiera orientarte:
mi agente viajero llegará a cobrarte;
será un niño tuyo, gota de tu sangre,
presentará un cheque por cien mil afanes...

Llegará a cobrarte, y entonces, mi niño,
como un hombre honrado, a tu propio
hijo deberás pagarle.


Rudyard Kipling

miércoles, 20 de junio de 2012

Anormal.

Soy anormal. Lo sé. Pero eso no te quita ni un ápice lo anormal a vos también. ¿Qué cosa en este mundo es normal? No lo sé. ¿Lo sabes vos? Decime, si lo sabes.

Ser Feliz: Una Elección.

Ser Feliz es cosa de todos los días, asi puede resumirse también. Ser feliz a cada momento es una utopía: sería, a mi juicio, aburrido. Amén de imposible. Sin embargo atenta contra sí mismo quien declare no haber sido feliz ultimamente porque eso es también cosa imposible. Hay mil detalles que nos alegran si los vemos o si les hacemos caso. En esta humilde opinión, nos portamos de forma egoísta al no dar el justo crédito a tantas y tantas pequeñas tonterías que son motivo de orgullo, admiración, alegría y satisfacción para cualquier ser humano (léase de forma más específica: para Usted y para Mí).
No portamos de manera bastante injusta al dar preponderancia en el corazón (que no la mente) a las cosas negativas por encima de las cosas positivas. Le diré algo: hay miles de curas para tal número de males. Hay remedios para casi todo y el grado de importancia que lo que a Usted o a Mí nos acaba de pasar puede medirse metiendo nuestro problema en un cubo con agua y sacándolo: el agujero que quede es el perjuicio realizado. Contra la felicidad, verá Usted, no hay remedio que valga. Si se da cuenta de lo que lleva puesto, de lo que vale lo que puede hacer con las aptitudes con las que cuenta, si Usted se da cuenta del numero de personas que hoy le aprecian, no tiene por qué sentirse sólo o deprimido, es Usted bastante afortunado.
Que no quiera serlo y se empeñe en hacernos sentir lástima por su persona es en realidad un número ya muy gastado y se constituye en el desaprovechamiento de un recurso no renovable, que es su propia energía. no la tire: úsela en su favor.

Draky

No hace mucho que se me ocurrió revisar a Draky. Con su mal carácter, su enorme cabeza y largo pescuezo, su cara de pocos amigos y carácter peor que la cara, infunde un cierto respeto entre el parque de tortugas del Refugio, de modo tal que las demás no le molestan y Draky no molesta a los demás. Jamás se reunió con el resto de sus compañeras para comer, retozar o asolearse, ni siquiera yo le caía bien. Le bastaba con enterrarse de cuerpo entero a pasar el día caluroso resguardado por 5 centímetros de tierra negra encima.

El caso es que el buen Draky se nos está yendo. Lenta pero inexorablemente su cuerpo se marchita, cojea de dos patas, casualmente del mismo lado, de modo tal que su caminar es un bamboleo de borracho  que le hace parecer torpe en lugar de veterano. Ya no abre un ojo y está prácticamente en los huesos, supongo que tiene muchos días sin comer y aunque intento darle de comer se niega. El agua nos es mas ya su elemento y a mi parecer, solo espera la llegada de la hora

Cuando muera

Cuando muera “no hagas con mi dinero un funeral…guárdalo para el carnaval” dicen los amigos de la Orquesta del Titanic.
La muerte, en sí, como un hecho natural, no representa mayor inconveniente que el del tránsito hacia otro estado, o el cierre de operaciones, dicho vulgarmente, de una vida. Adosada a ella, existen mil inconvenientes y sensaciones que disfrazan la aceptación de la partida de alguien: la sensación de pérdida, la frustración por asuntos inconclusos, la falta de un mentor, de un motivo, de un motor. Aunado a esto, la lista de pendientes del finado se vuelve tan interminable de principio, como agotadora. La intención hoy es, pues, pedir tu apoyo, para cuando el momento, bajo la circunstancia que sea, llegue:


  1. Hazlo del conocimiento de las personas necesarias. Desde donde mi conciencia se encuentre me enfadaré si te empeñas en anunciarme con un burdo altavoz adosado a un auto o si despliegas una plana entera en el diario compartiendo tu dolor, que debe ser tuyo, si así lo sintieres aún. Quien esté al tanto mío en aquel tiempo sin duda se enterará rápidamente, quien no…sin duda no le es menester hacerlo.

  2. Deja que de lo material se encargue el abogado. Desde ya está todo ordenado, como sabrás.

  3. No me recuerdes enfadado, soy pésimo enfadado, lo sé y aunque en esos momentos no tengas aún conciencia del hecho y tu extrema juventud te haga tener la seguridad de que nada hago contra ese terrible estado, llevo años luchando contra los demonios que me habitan.

  4. Intenta atesorar no los recuerdos, sino el pensamiento del hombre; quiero confesarte que prácticamente cada cosa que he hecho hasta estas alturas de mi vida ha sido plenamente convencido. Empezando por tu existencia en ella. Esto, en términos de conciencia, tiene su valor. Desestimado en tiempos modernos, pero lo tiene.

  5. Sé feliz. Genuinamente, como gustes o como deba ser. Estoy convencido de que lo merecerás, de que siempre lo has merecido, de que todos lo hemos merecido, y de que en la forma limitada en como he podido hacerlo he intentado ayudarte a conseguir ese estado tan necesario para el ser humano en cada minuto que pasamos juntos. Si puedes serlo, sé feliz.

  6. ¿Sabes? Creo en el sentido de la justicia. Me explico: Habrá cosas que a mi falta, se compongan, y otras más que se desdibujen, acompáñame en este sentimiento: no te preocupes ni intentes mantener el Statu Quo en mi ausencia como lo era en mi presencia. Ya no es necesario, en serio. Navega un poco con la corriente, así descansará tu alma.

  7. Sé fuerte. No en mi ausencia ni por ella. Para ello la naturaleza te ha dotado de una extrema resistencia que yo conozco y que por herencia tienes. Se fuerte en el día a día, conoces perfectamente que la fortaleza tuya es una de las pocas cosas que he buscado y en las que me he preocupado con cierta constancia.

  8. No me guardes luto, respeta mi memoria en la medida de lo posible y tan sólo en lo concerniente a la poca o mucha autenticidad de mi pensamiento. Sé que será complicado descubrir que nos hemos mimetizado y que, pasado el tiempo, no sabrás si lo pensabas Tu o fue mi buen o mal ejmplo. Al caso es lo mismo. No os preocupéis.

  9. Desde allá las cosas no duelen. No te pierdas en confesiones posteriores. No te conduelas de lo que no me dijiste. Ahí me enteraré y de antemano, y como siempre, de acuerdo o no de acuerdo, te apoyaré.
  10. Recuerda: vivimos por pedacitos, cada uno concatenado con el anterior o los anteriores pero cada uno perfectamente separado por su momento, cada uno te da la oportunidad de ser feliz o desdichado y el haberlo sido no implica repetir la historia en el subsecuente. Así que…entre menos equipaje, mejor. Por si te sirve de ayuda la información: de equipaje…yo me voy extremadamente ligero.


Que Días

Que días aquellos, cuando éramos libres del sentimiento, con esa libertad que se respira tan hondo, que abre los pulmones casi tanto como el corazón. Qué días de lluvia, de relámpagos nocturnos,  de mojarse bajo el chorro de los bajantes del techo de la escuela y regresar a casa regañados por doña Maury, de Sol radiante rebuscando cada trasto, cada piedra, encontrando lombricillas para experimentar en el fondo del tambo volteado que la abuela tenía en el patio. Días de burritos con sal y de Paquita sobre el árbol de guaya. De los memorables partidos de beisbol con pelota de goma contra los vecinos de la Leandro Valle, del gol-para en el portón de la Rebeca, de cuando la preocupación consistía en ganar el partido de basket, en las cartas de la novia, en el disco del amigo.
Que días aquellos del cuerpo flexible, de la mente brillante, del corazón limpio, del cerebro de 360 grados. Noches de hot dogs, de películas, días de biblioteca, de amigos, de futbol, de futbol y más futbol. Días de resortera, de  pichichis, de caminar y caminar, de escopeta, de calibre 22; de correr, de seguir, de volar como el viento, sin fronteras y sin conocer el dolor.
Qué días del pan de Agustín, de la leche bronca, de la quincena en la despensa acarreando pollos, del mandado, de los cigarrillos de la abuela y las galletas de animalitos, del litro de petróleo, de sacar la basura a la esquina. Tardes de parque, de desafiar la vida en bicicleta, de guardar el uniforme, de rayar las camisas y de bañar a los perros y lavar el auto. Sábados de cine y domingos de compras, de jalar el carrito, de pedir y de conocer el universo dentro de una bolsa de sabritas.

Qué días.

martes, 7 de febrero de 2012

Hermanos.

".....De acuerdo a las primeras investigaciones, Miguel Ángel “N”, de 26 años de edad, Fernando “N”, de 31 años; Jessica Liliana “N” y/o Sugehi “N”, de 29 años y Liliana “N”, de 23 años, conformaban una célula criminal que operaba el robo de autos en zonas residenciales de los municipios de Naucalpan, Tlalnepantla y Cuautitlán Izcalli, bajo pedidos especiales de modelo, tipo y color de vehículos..."

Ahora se sabe, después de los interrogatorios, y a juzgar por sus apellidos, que los tres eran hermanos.

martes, 24 de enero de 2012

Benditos Malditos

Benditas sean las bajas pasiones
que no se rajan cuando pintan sables.
Los labios que aprovechan los rincones
mas olvidados...mas inolvidables.

Bendito sea el libro de la calle,
los viejecitos verdes con petaca,
las medias con costura (que detalle),
los quitapenas que dejan resaca,
las marujitas que pierden al pingo,
los descendientes de los animales,
los miércoles con ropa de domingo,
los adustos, los dandys insolventes,
los justos que parecen subnormales,
los iguales a mi....los diferentes.

Malditos sean los bobos con medalla,
los probos ciudadanos, los chivatos,
los candidatos, (cierra la muralla),
los ascetas a dieta de tres platos,
los ungidos, los lideres en serie,
los que tiran penaltis de cabeza,
los que ignoran la voz de la intemperie,
los que adoran al dios de la certeza.

Malditas sean las muertes naturales,
los que besan a plazos mensuales,
y se confiesan en cuatricomía.

Joaquin Sabina

lunes, 23 de enero de 2012

Como decirte, Como contarte

Como decirte, como contarte...
Que cada historia se hace a si misma unica, irrepetible, que cada puerta que se abre cuando cientos se cierran conduce a otras cien, que a su vez conducen a otras cien cada una, que eso complica tus planes y al tiempo asegura tu historia: Tu Propia historia. Que si fallamos alguna vez..... eso no significa que fallaremos siempre. Que si aprendimos de nuestros errores ello no significa que  no volveremos a caer. Que la palabra "jamás" habría de solicitar autorización para su uso...
Como decirte que no era el mismo antes, que no seré la misma cosa dentro de algunos años y que, vagamente, intento prevenirme para ello. Que sé perfectamente que no lo conseguiré. Que esto es ahora, que lo de ayer fué bonito, que lo de mañana pinta excelente, pero que ni uno ha vuelto a ser ni lo otro será si lo de ahora no es ahora, si lo de ahora no es YA. Que lo de ayer no garantiza lo de mañana.
Como contarte una historia que va a dolerte sin que te duela, que no eres perfecta, que no tienes toda la razón, que fallaste y lo que es peor: que tus errores han venido todos juntos esta noche a cobrarte la factura. Como decirte que la libertad NO es ni con mucho un regalo, que ha de ser ganada, que ha de ser conquistada, a veces de manera suave y tácita, y a veces con sangre. 
Como decirte que el exámen de la vida se resuelve en mucho tiempo, que en este juego puedes ganar o perder, pero no empatar y mucho menos salirte, que tu cielo es el infierno de otros y que asi es como debe ser.

domingo, 22 de enero de 2012

Carta sin fecha

Carta sin Fecha


Amigo: sé que existes, pero ignoro tu nombre.
No lo he sabido nunca ni lo quiero saber.
Pero te llamo amigo para hablar de hombre a hombre,
que es el único modo de hablar de una mujer.

Esa mujer es tuya, pero también es mía.
Si es más mía que tuya, lo saben ella y Dios.
Sólo se que hoy me quiere como ayer te quería,
aunque quizá mañana nos olvide a los dos.

Ya ves: ahora es de noche. yo te llamo mi amigo;
yo, que aprendí a estar solo para quererla más;
y ella, en tu propia almohada, tal vez sueña conmigo;
y tú, que no lo sabes, no la despertarás.

¡Qué importa lo que sueña!. Déjala así, dormida.
Yo seré como un sueño sin mañana ni ayer.
Y ella irá de tu brazo para toda la vida,
y abrirá las ventanas en el atardecer.

Quédate tú con ella. Yo seguiré el camino.
Ya es tarde, tengo prisa, y aún hay mucho que andar,
y nunca rompo el vaso donde bebí un buen vino,
ni siembro nada, nunca, cuando voy hacia el mar.

Y pasarán los años favorables o adversos,
y nacerán las rosas que nacen porque sí;
y acaso tú, algún día, leerás estos versos,
sin saber que los hice por ella y para ti....

José Angel Buesa

Editorial del 24/05/2004

Cómo Transformar el Estrés en Energía Productiva


Sin duda que uno de los males más difundidos en nuestro mundo empresarial, entre otros, es el Estrés. La dinámica de la vida actual pareciera crearnos demandas que no somos capaces de satisfacer, nos sentimos impotentes ante la ola de cambios, incertidumbre y crisis en diversos ámbitos de la vida. Nuestro cuerpo y nuestra mente parecen no adaptarse a estas situaciones llevándonos a padecer desde malestares menores hasta enfermedades mas graves, no sin además, influir en bajos niveles de productividad y creatividad en nuestra vida personal y profesional.
Sin embargo, por otro lado, necesitamos de cierto nivel de Estrés para levantarnos en la mañana, salir a la calle, ser productivos, etc. Ese Estrés es denominado “Eustrés” o buen estrés, pero cuando nos salimos de esa especie de “banda protectora” y nuestros niveles de tensión se alzan (“Distrés “o mal estrés ) por sobre el límite superior de nuestra banda de tolerancia y además en forma permanente se hacen entonces presentes la fatiga, la baja energía y los bajos resultados tanto en nuestra salud como en lo personal y laboral.
¿Cómo hacer para mantenernos en esa banda? ¿Cómo reducir los niveles de Estrés que ya tenemos? ¿Y Cómo prevenir para no seguir ingresando tensión a esa cuenta de ahorros de Estrés de la cual nunca saco y cada día gana intereses?
Sería motivo de un Taller de unas cuantas horas para entrar en detalle sobre las herramientas que debe contener un Maletín Antiestrés, sin embargo hay cuatro puntos básicos sobre los que cada uno de Uds. puede empezar a trabajar desde ya.
1. Iniciar un programa de Ejercicio Físico adaptado a su condición física actual. Esto nos beneficiará en varios aspectos: Ayudará a “quemar” aquellas sustancias que el organismo de manera preventiva arroja a nuestro torrente sanguíneo cada vez que nos estresamos, como son grasa y azúcar, adrenalina y cortisol, además de cambios fisiológicos como acelerar nuestro pulso y subir la tensión sanguínea. Ejercitarnos entre media hora y una hora de tres a cinco veces a la semana colaborará, sin duda alguna, a mantenernos en esa banda. Recuerden que ese plan de ejercicio debe tener dos características: A) Que sea una actividad que nos guste, que podamos disfrutar y B) Que el sitio escogido quede cerca de nuestra casa u oficina, ya que de otra forma, si tengo que pasar por un tráfico de media hora, no solo me voy a estresar más sino que pronto abandonaré el programa.
2. Aprender y poner en práctica una alimentación más sana y energética, que incluya carbohidratos complejos a lo largo del día como fuente de energía almacenable además de las vitaminas, minerales y fibra que contienen.
3. Practicar algún tipo de Relajación ya sea mediante el uso de CDs, el Yoga, la Meditación, el Tai Chi o el Chi Kung son varias de las formas de aprender a relajarnos, ya que estar relajado es lo opuesto a estar estresado y de esa manera abro una pequeña válvula de escape para drenar la presión acumulada.
4. Modificar la forma como veo y me relaciono con la vida. Lo que nos estresa no es lo que sucede fuera de nosotros, sino la forma como lo vemos y lo interpretamos.
En resumen. No existe una pastilla o droga que nos ayude a reducir el estrés y llevarlo a niveles en los que seamos mas productivos y creativos además de al mismo tiempo saludables, pero si ponemos en práctica estas cuatro herramientas que acabamos de describir, estoy seguro que en el corto plazo habremos comenzado a transformar ese exceso de estrés en Energía Productiva.

M.A. Cornejo