Ocho mil mexicanos están apuntados para la cita del mundial Sudáfrica 2010. Y cuando escribo apuntados, es que los muy méndigos ya tienen su boleto comprado y su viaje pagado. En número, somos la cuarta fuerza que estará en el Mundial de futbol, solo superados en cantidad por los Locales, los Británicos y los Gringos, pero muy superiores a los demás países.
Definitivamente vivimos en un país pambolero. Aquí la política, la crisis económica y el estallido social pasarán a segundo término cuando el Cuau dé la patada inicial de la justa de futbol más importante de todos los universos conocidos. Y ahí estarán por lo menos (hasta la cuenta de hoy) ocho mil compadres con su penacho, con la cara pintarrajeada, con las mascaritas de Salinas y de Fox, con la “V” de la victoria en una inmensa mano de foamy, con la Ola, las porras y los bailes prehispánicos. Y de este lado del gran charco, a control remoto, 106 millones de directores técnicos dirigiremos el partido. Si la Virgen de Guadalupe nos protege a nosotros, ¿Quién los protegerá a ellos? No tenemos opción más que ganar, nos decimos. Por apoyo no pararemos.
Y es que los mexicanos estamos hechos de algo especial. No han podido doblegarnos huracanes, ciclones, tormentas, la crisis económica, el desplome de los precios del petróleo, las puntadas del gordito Carstens ni las burlas de Lopez Obrador; y en los chistes de chamacos el ganón siempre es Pepito y en aquellos que incluyen a “un Francés, un Gringo, y un Mexicano….” siempre el mexicano se lleva el premio. No nos importa la indiferencia colectiva cuando cada domingo acudimos a misa por la mañana, nos reunimos para ver el fut a mediodía y echar la cáscara por la tarde. Tenemos a la mejor cerveza del mundo y somos los mayores consumidores de Coca Cola per cápita de entre todos los países. En este país jamás hubo Edad Media y sin embargo tenemos edificado el único castillo de todo el Continente Americano. Nuestro presidente (el legítimo, no el lejítimo) vive en una residencia que se llama “Los Pinos” aún cuando no abundan allí de esos árboles. Aquí tenemos más taxis y paredes rayadas que en ningún otro país del mundo. Preferimos las películas de Tepito que las de Blockbuster, y si se puede, sacamos la basura antes de que el camión toque la campana.
En ningún país hay tal cantidad de letreros oficiales con faltas de ortografía como en el nuestro, es más, no nos hemos puesto de acuerdo siquiera en la forma de escribir los nombres propios, pero eso que nos importa, que el mundo ruede.
Estamos hechos de coraje y somos capaces de sobrevivir, y al menos de la puerta hacia adentro ser felices y vivir en paz. Con limitaciones, carencias y mucha pereza, hemos progresado generación tras generación. Para unos será lento y para otros muy lento, pero lo hemos hecho. Aquí no nos asustan con el petate del muerto y hasta los que no nadan ni con vejigas, se cruzan el Río Bravo.
En fin, que somos un pueblo que vive entre las penurias pero bien contento. Y eso se demostrará el año que viene en el Mundial de Futbol. ¿Que si ganamos? Quién sabe, aquí lo importante no es ganar ni competir, sino poder platicarlo después.
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