viernes, 6 de noviembre de 2009

La dieta de los periodicazos.

Hoy amanecimos a 19 grados. Todo normal, llueve como desde ayer, antier, varios días antes de antier y otros tantos que se esperan por venir. Así que todo es agua por ahora. Las noticias hoy día, sabrá usted, no son lo que eran antes. Antes era más local el asunto. Y antes el asunto era más a fondo. Detalles. Hace poco acabo de leer en el diario de mayor circulación de la región la importante noticia de que se ahorcó una yegua, hágame usted el favor. Ahora resulta que una mendiga yegua tiene el mismo valor como noticia que, bueno, para qué entrar en apretujaderas con los detalles.


Hoy Buk rompió la enésima pelota del año. Desde el inicio de los tiempos le he dicho a los granujillas de la calle que traten de no enviar balones a mi patio. De verdad que no me cuesta el mínimo esfuerzo regresárselos y como a la vez practico mi despeje, puede que me resulte hasta grato en cierto sentido. El problema es que Buk está siempre al acecho, y las pelotas, sobre todo las de futbol le duran cada vez menos. Esta última no le alcanzó ni para perseguirla diez minutos. O será que las pelotas cada vez resisten menos, en alguna otra ocasión disertaremos acerca de la resistencia de las pelotas. El caso es que nadie gana con que me crucen la barda las bolas, nadie. Ya le dije a Buk, y como que no entiende o se niega a entender que nos divertiríamos más si no las ponchara, pero bueno, su gusto es y quién se lo quitará…, como dice la canción.

El caso es que a Buk no le gustan las canciones y creo que las pelotas tampoco, y a veces pienso que algo en su cabeza no funciona como debiera. Sin ir más lejos ayer lo encontré rascando en un agujero que tenía el tamaño de mi armario. No sé qué buscaba, qué esperaba encontrar o qué pensaba ocultar ahí, pero un periodicazo bastó para hacerle ver que de seguir en el intento encontraríamos crudo y nos iban a expropiar la casa. Y a estas alturas a nadie le conviene que nos quiten la casa. Por eso el sopapo de ayer. Después se fue a refugiar a la perrera, y aunque no le cerré la puerta se quedó ahí toda la tarde rumiando su coraje por no haberle dejado volverse empresario del ramo petrolero. Se negó a comer en la noche pero hoy a mediodía sus lombrices lo convencieron de que hay mejores maneras de protestar sin tantas incomodidades como las de una huelga de hambre. Se comió un plato y medio de croquetas y volvió a la rascadera, tiene suerte el condenado porque limpiando la inundación de la bodega se me acabó el periódico, pero la suerte se le terminó cuando me acordé que había dejado una cuerda ahí, de tal suerte que ésta sustituyo al diario en su educativa labor y Buk volvió a enojarse contra la vida por lo del agujero, por supuesto, después de unos reatazos.

Resulta entonces que al parecer le gusta la mala vida al canijo, porque a pesar de los castigos insiste en hacer cosas que según le he dicho no debe hacer y ya hasta me está haciendo dudar a mí, acerca de si no estaré equivocado en todo lo que le digo, y realmente debiera dejarlo hacer lo que le venga en gana, que debiera dejarlo ponchar balones, rascar hasta que socave la casa y comerse al sapo, a quien desde hace un buen le trae ganas. No lo sé. Mientras tanto la dieta de los periodicazos abunda y de ella vive el condenado.

Dice la Doc que después de los 18 meses se le quitarán solas esas inquietudes que lo hacen correr de un lado a otro como si alucinara. Según mis investigaciones cambiando el periódico por el cinturón podríamos disminuir de 18 a 12 meses el tiempo de espera pero capaz que llaman a la Sociedad Protectora de Animales si oso tocar a mi Pastor con el pétalo de una rosa, mejor me espero aunque ya no veo la hora de que tenga la edad y se deje de esas enajenaciones. En fin que aquel hace de noche agujeros que tapamos de día, sueña con comerse al sapo y sigue acabando con el futuro deportivo del país, ya veremos que sucede más adelante.

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