jueves, 19 de mayo de 2011

¿Que dice que dijo?

Mire que a mis veintitantos octubres me encontré viajando por la costa de Coahuayana, eran otros tiempos. Le diré a Usted, a modo de prosopografía, que los lugares eran pequeños y confiables, claros y luminosos, disculpando al tiempo la sinonimia de ésto ultimo y el sinécdoque de lo primero. Cuando supe que no quería estar más en Michoacán di media vuelta y vi que "enregresando" había que pasar por Coalcomán, Tumbiscatío, Churumuco, Huetamo y Tiquicheo. Caray, uno es joven y quiere viajar, no hay nada que le detenga y uno sigue, camina, corre, viaja, que conste que este asíndeton que por nivel morfosintáctico añado a mi prosa no altera para nada ni se convierte en similicadencia de lo que escribo.
Total que, sin responsabilidades no hay ataduras, y sin ataduras no hay freno y  sin freno no hay límites, y ya que esta concatenación sin reduplicación (que al tiempo se convierte en polisíndeton) ilustra, a modo de epíteto natural del alma, la alegría de la que nace provisto el ser humano, le sigo al relato: Con ánimo festivo viajé ya fué por Susupuato o por Zitácuaro o Angangueo, regocijándome en cuanto veía, que bálsamo es para el corazón lo que nos provee de felicidad sin tanto sacrificio. Por no dejar que la historia me dijera lo que me quería decir, sino más bien lo que Yo quería saber, pasé por Tangamandapio, si, ese "pueblito de crepúsculos arrebolados" que decía Jaimito el cartero, y después por Parangaricutiro, original sitio al que no muchos le llaman Parangaricutirimícuaro, original de complicaciones para el músculo hipogloso.
Con afán de escapar, de probar nuevos lugares, de sentir nuevos vientos, de descubrir nuevas verdades, de inventar nuevas mentiras, y así hasta proyectar hacia el infinito mis deseos cual inmensa aliteración del lenguaje, enfilé hacia el escape de la materna casa, (del hipérbaton abusando, diantres) y viajé lejos.
Y vine a dar aqui, justo en esta silla y frente a este escritorio.
Sentado, avejentado y feliz, acabado y emocionado, decrépito y jubiloso, soy un joven-viejo, viejo-joven que con ésta, entre derivación y polípote, se describe a sí mismo, se reinventa, se muestra de forma descarada y descarnada a la vez, y le interrumpe a Usted en sus pensamientos para importunarle ya de sus alimentos, ya de su sueño, ya de su descanso, y con esta anáfora se hace justicia por propia pluma (teclas del ordenador, carajo) y le pinta valientemente al final, una raya más al tigre de su propia alma.
Tenga buena tarde, buen provecho.

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