martes, 13 de octubre de 2009

LOS PLATANOS ASESINOS



Cultivando una cepa de Penicillum Chrysogenum me encontré a este par de plátanos, o plátano y medio mejor escrito, en la cocina de Mamá.
El sistema de producción de la Penicilina, fue conocido desde el principio por el método de superficie; el hongo crecía en la superficie de una capa delgada de medio de cultivo puesto en bandejas o placas, en este caso, un plátano medio comido.
Así que después de pensarlo un buen rato, llegue a la conclusión de que en casa no nos hemos constituido en un laboratorio farmacéutico bien establecido, que yo sepa, claro, no tenemos intención de serlo algún día, no hay siquiera un medico en la familia, es más, tenemos cierta antipatía por las inyecciones y la palabra penicilina se nos hace un sinónimo de inyecciones, y con ello desde ahí queda demostrado el silogismo que nos conduce desde los plátanos hasta nuestros más hondos miedos. Todo ello hacía que me intrigara cada vez más la permanencia de estos frutos de la planta más socorrida por los suicidas para colgarse.
¿Cuánto tiempo llevaban allí? Tal parece que eran años, por lo menos unos diez. ¿Con qué oscuro motivo permanecían en el mismo sitio añejándose cual barrica de roble en la oscuridad de debajo de la alacena? ¿Nos vigilaban? ¿Pensaban resucitar de entre los plátanos muertos para hacernos las cosas más indecibles? Por lo pronto, aun cuando no me atreví a tocarlos por el temor a que fueran un ataque terrorista a base de hongos, no les he despegado el ojo.
Los días han pasado y los plátanos siguen allí, una mancha verde mas, quizá, o dos a lo mucho, pero siguen ahí. Cada vez más incoloros y totalmente inodoros. No dan señales de pudrición, pero se ven cada vez menos apetitosos y más llenos de moho. Están al acecho, no me queda la menor duda. Están esperando el momento apropiado. Sé que en cuanto me descuide, me incline hacia el grifo del agua y les pierda el ojo reaccionaran. He compartido el temor a ser asesinado por un plátano y medio y mi madre me ha tirao a loco. –Estás Majareta, hijo- me ha dicho. Yo sigo con mis precauciones. No a menos de 30 cm de estos asesinos bien disfrazados, nunca sin el cebollero a la mano por si llegara a necesitarlo. Ayer los vi de nuevo y pareciera que se han inclinado un tanto más de lo acostumbrado, quizá se preparan a atacar.

Hoy no los vi. Quizá al fin entró en razón mi madre y los ha denunciado. Quizá ya se los llevaron y estoy a salvo.

Pero….¿y si se fueron por propio pie? (¿Jura Usted que los plátanos no tienen pies? ¿Eh?) ¿Y si tan solo se están acomodando para asestar el golpe final y acabar con toda una familia? Debo estar alerta.

Mientras tanto cenaré. Que coincidencia, mi madre ha preparado plátanos fritos hoy. Una ricura.