lunes, 19 de octubre de 2009

Deje lo de allá, allá.

Desde tiempos inmemoriales el ser humano se ha enfrentado al eterno conflicto de luchar contra la levedad de su propio ser. Aquella que no nos permite afianzarnos a determinado estilo de vida por demasiado tiempo. Guerras, intereses encontrados, malos entendidos, discriminación y purulencias diversas han logrado que la humanidad se enfrente a si misma con una agresividad que nos lleva a pensar que algún día lograremos acabar con nosotros mismos por más que haya uno que otro iluso pacifista que crea que con el amor y la paz conseguiremos otra cosa que no sea contribuir de manera descontrolada a la explosión demográfica.
Y es la levedad del ser humano la que lo hace atentar contra si de las más variadas maneras, que van desde el suicidio vulgar a la inexorable socavación de la salud, los sentimientos o nuestros más arraigados principios. Todos los días vemos, en sentido figurado, a gente cortando la rama sobre la que se encuentra sentada. Y uno que otro literal y literariamente (dirías tú) haciéndolo.
En muchas ocasiones me he preguntado, al igual que Usted (a ver, espereme, ¿Usted realmente es tan profundo como le supongo o sólo me lee para reírse un rato? Maldita sea, lo sabía, usted también cree que soy un bufón, no se preocupe, caray, yo también tengo esa idea de mi mismo), pero le decía, que me preguntaba si yo podría hacer algo para mejorar esta humanidad desorbitada y sin rumbo.
Pues bien, le anuncio que me he contestado al fin, lo que dicho sea de paso es mucha ganancia, porque generalmente no me escucho y cuando al fin lo hago no me hago caso. Soy bastante fútil, según se. Y la respuesta es que no.
Y esto tiene dos vertientes principales:la primera es que no he logrado cambiarme mucho a mi como para considerar un objetivo alcanzable cambiar un ápice del mundo. La segunda es más cruda que la primera, y es que no me importa.
Si, ha leído usted bien, me interesa un comino si la mitad del mundo hace de su vida un cucurucho para que la otra mitad lo pisotee. Me es totalmente indiferente. Ya se que en este momento se estarán alzando las voces de las almas sin mácula para gritar a voz en cuello que este tipo de espacios públicos no son para fomentar la desunión entre los pueblos ni los sentimientos negativos pero le he de confesar a Usted que, primeramente yo dudo mucho que alguien aparte suyo, que vive en el ocio, lea estas columnas, y en segunda, este que lee, se supone que es mi espacio, y en mi espacio escribo lo que me viene en gana.
Le decía entonces, que deje usted de preocuparse por el calentamiento global, la paz mundial, el peso frente al dólar, la elección a alcalde y miniaturas por el estilo y concentrese en rascarse ahí donde tiene comezón, que eso está mucho más acá en su escala de urgencias ¿que no? Deje de pensar en cómo afectará la caída de las tasas de interés en su afore y preocupese por voltear bien la bolsa de papitas para que pueda Usted sacarle todas. Valgale un soberano nabo lo que dice Christían Dior y use las pantuflas de peluche que su esposo detesta.
Caramba, qué no nos preocupamos demasiado por aquello que ya sucedió o aquello que no ha sucedido? Deje entonces por favor de conducir mirando solamente el espejo retrovisor y mire hacia el frente, por lo que más quiera, deje perder los minutos y recupere las horas. Piense que bastante tiempo dedicamos a extraños, bastante esfuerzo hacemos por causas ajenas y bastante dinero repartimos para que otros se beneficien.
Deje ya de hacer eso, que es como pretender suicidarse colgandose de un árbol de plátano.
Preocupese menos, hoy no se rasure, si le encanta ese pantalón pongaselo de nuevo, si le castra el tipo ni le dirija la palabra, tan sólo por hoy no se aguante esa flatulencia, vea de vez en cuando la novela, bailando por un melón o cualquiera de esos programas inútiles que acaban con las neuronas, el día de hoy cene unos tacos repletos de cebolla.... En suma, deje lo de allá allá, y preocupese por lo de acá.
Caramba, debo irme, que es la hora de la fiesta de Gabo, que tenga Usted buena tarde.
Otra vez llueve.