viernes, 1 de julio de 2011

Me carga el payaso

Me carga el payaso. Si. Asi de coloquial, caramba, Que: ¿Usted nunca ha estado cabreado, caray? Y es que por mas que lo pienso no logro deducir que, como, cuando, o por donde le llega a uno la crisis de los treinta y tantos en que se siente que el tiempo se acaba, que la vida corre demasiado aprisa o Uno mismo se ha vuelto demasiado lento, o en el que, finalmente, se vuelve uno paranoico, hipocondriaco, o simplemente desquiciado.
No. No me acaban de despedir. Tampoco chocaron mi auto ni se me derramo la catsup en la corbata. No uso corbata ni me gusta la catsup, sépase usted. No soy esquizofrénico ni algo por el estilo. Es simplemente de esas ocasiones en las que (no me diga que no le ha pasado, ahora me quiere presumir a Mí de buena fortuna, ja-ja-ja) uno se topa con la verdad de frente, como si manejara un Porsche a 100 km/hr y le aparecieran el Muro de Berlín enfrente.
Bien llegué a este punto, y aún no consigo la mitad de los objetivos que me había planteado hace diez, hace quince, las ilusiones de hace veinte años. Es más, en algunos de ellos me he alejado de las metas, y en otros aspectos he logrado volverlas prácticamente imposibles. Una de dos: reconocer el fracaso en este punto puede ser riesgoso como plataforma para impulsos futuros; dar un golpe de timón me puede llevar a circunstancias impensadas o situaciones inexplicables a estas alturas: El temor, pues.
Bueno, como en casi todas, vamos: Lanzarse al vacío, mientras caemos veremos como le hacemos para volar.
Tenga buena tarde.

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