No
hace mucho que se me ocurrió revisar a Draky. Con su mal carácter, su enorme
cabeza y largo pescuezo, su cara de pocos amigos y carácter peor que la cara,
infunde un cierto respeto entre el parque de tortugas del Refugio, de modo tal
que las demás no le molestan y Draky no molesta a los demás. Jamás se reunió
con el resto de sus compañeras para comer, retozar o asolearse, ni siquiera yo
le caía bien. Le bastaba con enterrarse de cuerpo entero a pasar el día
caluroso resguardado por 5 centímetros de tierra negra encima.
El caso es que el buen
Draky se nos está yendo. Lenta pero inexorablemente su cuerpo se marchita,
cojea de dos patas, casualmente del mismo lado, de modo tal que su caminar es
un bamboleo de borracho que le hace parecer
torpe en lugar de veterano. Ya no abre un ojo y está prácticamente en los
huesos, supongo que tiene muchos días sin comer y aunque intento darle de comer
se niega. El agua nos es mas ya su elemento y a mi parecer, solo espera la
llegada de la hora
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