Si quieres amarme, bien puedes hacerlo,
tu cariño es oro que nunca desdeño,
mas quiero entiendas que nada me debes.
Soy ahora el padre, tengo los deberes;
nunca en las angustias por verte contento
he trazado signos de tanto por ciento.
Ahora, pequeño, quisiera orientarte:
mi agente viajero llegará a cobrarte;
será un niño tuyo, gota de tu sangre,
presentará un cheque por cien mil afanes...
Llegará a cobrarte, y entonces, mi niño,
como un hombre honrado, a tu propio
hijo deberás pagarle.
Rudyard Kipling
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