martes, 12 de mayo de 2015

Que madres!

Rara vez escribo una columna a petición. Trato de ser libre en ese aspecto. Pero por alguna extraña razón hoy, amigo, decidí romper esa regla no escrita. Y es que el tema en sí,  es necesario, preponderante, y por supuesto, a tono con la fecha. Ha adivinado usted: Las Madres. 
Ya vi su cara de aburrimiento: un rollo más en el choteadísimo mundo de los rollos que tienen  que ver con el día dedicado a nuestras santas madrecitas. Ha atinado.
Tan solo ayer desde las cero horas el vecino se desgañitaba cantando las mañanitas acompañadas de un mariachi ramplón que se escuchaba menos que los ladridos de los perros.
Eso sí, con mucho sentimiento (Los perros. El mariachi ni se escuchaba, y el tipo ya estaba muy ebrio)
Muchos cuetes, una enorme demanda de flores y cervezas redondean el 10 de mayo. Los papás nos volvemos invisibles y los hijos, junto a su madre, pasan a ocupar los reflectores del día. Sirva de pretexto para tremendas comilonas y memorables borracheras que luego terminan en pleitos a muerte entre hermanos, amargando el día a aquella homenajeada a quien se le pretendía endulzar. En fin, esto, mi desvelado lector, es narrativa. Pura narrativa. Y este es un espacio de reflexión (Solo la mía, por cierto, así que Ud. se aguanta J ).
Y la reflexión va en el sentido de las madres que son al mismo tiempo padres. (¿Por qué no al revés? Bueno la respuesta es simple: porque acaba de ser día de las madres no “el día del padre”. Padres, aguanten, un día llegará Su día). }
Existen tan sólo en este atribulado país más de 8 millones de madres solteras, divorciadas, separadas, dejadas o dejadoras, viudas o singles por vocación, 8 millones son mucha gente, muchas familias, pues. Así que… Verá Usted, de manera independiente a la figura paterna, necesaria quizá (o no) existen un sinfín de cosas que un hombre solo o una mujer sola hace con el doble de trabajo que su contraparte. ¿Lo discute Usted? De acuerdo. Intente cocinar una cazuela de arroz. ¿Fácil? Hágale a su hija una trenza de espiga. ¿Cómo si nada? Perfecto. Arregle el grifo del baño. El contacto de la cochera y cambie la llanta del auto. ¿Complicado? No era mi intención torturarle. No podemos hacer todo ni podemos suplir a una dupla. Podemos resignarnos a hacer ciertas cosas o dejar de hacer otras. Pero con un hij@ en casa, a quien darle un ejemplo, pues… es un tanto difícil.
Los varones, al menos en este país, son minoría en condición de paternidad y soltería (o cosa que se le parezca): 1 millón de hombres con hijos vs. 8 millones de mujeres. Por tanto, la atención y el apoyo gubernamental (ese que casi no existe) se centra en las damas. Eso no alcanza a paliar las dificultades que conlleva este fenómeno. Le explico:
Hay que mantener un hogar. Y esto se interpreta de dos maneras: la primera desde el punto de vista de sostén económico en un país en el que la equidad de género en el aspecto laboral es un campo con mucho por mejorar, es decir, hay más oportunidad de empleo para hombres, y a empleos similares, la remuneración es un tanto mayor para un hombre que para una mujer. Esto, desvelado amigo, es dificultad. La segunda forma de interpretación de esta primera premisa tiene que ver con el mantenimiento físico del inmueble que habita la familia. Aun cuando existen mujeres luchonas que hacen todo tipo de trabajos y reparaciones, a la enorme mayoría le cuesta esta actividad porque tiene que ver, de forma ancestral, con los rudimentos inherentes a fuerza bruta y herramienta, cosa de hombre, pues.
Hay que educar. Y aunque lo primero que se viene a la mente es la escuela, le diré a usted, que es precisamente ese sitio en el que un poco de equidad existe, pues no distingue entre hijos de madres o padres solteros, e hijos cuyos padres viven aún en pareja. Es a lo otro a lo que me refiero. A la verdadera educación, la de casa. Es difícil también, verá usted. No existe la dupla de relevos australianos que en una pareja se da, en lo referente a la educación de los hijos. ¿Sabe usted lo que es tener un par de ojos mirándole las 24 horas del día? ¿Sabe usted que, aunque fuere involuntariamente, en un pareja con hijos, ellos mismos se relevan de la responsabilidad de la crianza? Estando sola, simple y sencillamente esto no se puede hacer. No se puede. Todo el tiempo eres soporte, ejemplo, fuerza y líder. Lo quieras o no.
Hay que mirar al futuro. Uno no pudiera creerlo, pero independientemente del presente, uno mira el futuro de los hijos en condiciones ideales. Le deja la mitad de las cosas a Dios (Dios mediante) y la otra mitad intenta hacerlas. Este es también el caso. Una madre sola con su hij@ jamás imaginará a su hij@ estando sol@, no, que va. El (ella)  formará una pareja y tendrá una gran familia. Aunque el ejemplo sea diferente. Es difícil también esto, amigo lector. Los hijos aprenden con el ejemplo.
Pero es de esta última virtud, a mi humilde parecer, de lo que están hechas esas 8 millones de guerreras. Del ejemplo de que no se necesita, de manera forzosa, sufrir a alguien, para que ellos estén bien. Del ejemplo de que pueden, si quieren, hacer no solo todo lo posible, sino más bien lo necesario, para que un hogar se mantenga en pie. Del ejemplo de que los pantalones se llevan (como no) con los tacones. Ejemplo, pues.  

Ya me explayé, queda cortada por el momento aquí esta reflexión, en espera de una parte segunda, que el tema da para mucho. Tenga buena noche, no se desvele tanto o, como yo, terminará escribiendo tonterías.

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