lunes, 2 de febrero de 2015

Las mentiras de las mentiras.

“Exageramos el culto a la verdad. No hay hombre que, al final del día, no haya dicho al menos y de forma necesaria, una mentira”.

 ¿Miente Ud.? Ja, ya sé me la respuesta. La misma respuesta la esperaría del 99% de aquellas personas a las que se les preguntara.

No es preocupante…No. Pero Usted, amigo, bien sabe que al afirmarlo estará diciendo una más de las pequeñas mentirillas o grandes falsedades de todos sus días. La mentira, Señora, Señor, se encuentra enclavada justo en medio del enlace de los dos átomos que forman la molécula de Oxígeno que respira (mos) todos los días. Ya sé, ya sé, ahorita los castos defensores del buen vivir se están rasgando las vestiduras por la blasfemia, pero eso no le quita lo cierto a esta verdad acerca de la mentira: Todos Mentimos y todos los días.

Mientes a veces, desde que dices “Buenos días”. Mientes flagrantemente cuando contestas “Bien” a la pregunta de “¿Cómo estás?”. Mientes cuando preguntan si estudiaste. Mientes cuando preguntan si estás listo.  Y mientes cuando finges que algo te interesa o te deja de interesar.

Son, como dice el refrán, los Niños y los Borrachos, las honrosas excepciones, los que le ponen matiz al mundo “de verdad” en el que vivimos.

¿Se ha avergonzado Ud? (Internamente, claro… Ya sé que a mí me está mintiendo, diciéndome que no miente, con su cara de palo mientras muestra indiferencia) No se preocupe. De eso se trata este espacio, de que cada quien suponga que el otro pase al frente (“cada quien” soy yo y “el otro” es Usted) y diga: soy fulanito de tal (por supuesto será un apelativo falso) y confieso que soy un mentiroso. Los otros mentirosos, sentados en nuestros banquillos, escucharemos atentamente la verdad acerca de cada una de sus mentiras y nos veremos reflejados en ellas mientras la redonda válvula de la olla de presión en la que se vuelve diariamente el corazón empieza a bailar y a soltar vapor, emitiendo un chillido sordo que solo se oye si uno acerca el oído al pecho.

La mentira, verá Usted, es un pillo incomprendido, es un individuo muy mal encarado con un corazón noble pero nervios de cristal. La mentira es la piedra del camino. Cuando Usted se tropieza ¿culpa a la piedra? Que tonto es. Es como culpar a la lluvia por mojar.

No digo que la mentira sea necesaria. Ni inevitable. Ni siquiera deseable. Pero le insisto, la moderna sociedad le ha convertido en un villano más por los estragos y la intención de algunos mentirosos que por la naturaleza de la mentira en sí, con su origen humilde y su vestido de color gris. Se le ha juzgado más por lo que han hecho en su nombre, que por su naturaleza, reconozcámoslo, impía.

Intente no mentir (me carcajeo en mi oscura habitación). Buen intento. ¿Todo se vuelve un desastre? Es natural. La vida es compleja actualmente. Hace Ud. demasiadas cosas a la vez, algunas incompatibles con otras. Convive con y conoce a demasiadas personas a la vez, algunas incompatibles entre sí. Y lo más complicado: piensa demasiado, tiene demasiadas ideas: algunas incompatibles entre sí. Eso, mire Usted: genera conflictos. ¿La mentira resuelve conflictos? Por supuesto que no. ¿Crea más?  Tampoco sea tan impulsivo, analice su respuesta.

La mentira le ha pospuesto a Usted conflictos, del mismo modo en que ha pagado usted, a crédito, su casa, su coche, su computadora. ¿Es malo pagar a crédito su casa, su coche, su lap top? Curiosa sociedad la nuestra: No es malo. Es malo no pagar (algún día), pero por el momento, lléveselo así, sin pagar. Y con descuento. Mientras tanto le creo.

La mentira le ha movido prioridades (en términos coloquiales le llaman abreviar tiempos, aunque en términos estrictos no es así), le ha colocado enfrente lo “urgente” aun a veces, por delante de “lo importante”. Eso no es culpa de la mentira. Es su responsabilidad, por complicarse con demasiadas cosas, por pretender abarcar mucho, aun apretando poco.

La mentira, óigame, le ha ayudado a dosificar su esfuerzo, mintiendo aquí o allá, según requiera actuar conforme a la verdad. Porque eso sí lo notará Usted, si es que no es igual de bruto que su servidor: la mentira rara vez le requiere a usted un esfuerzo adicional al que le requeriría la verdad.

En fin, ¿defiendo el uso indiscriminado de la mentira? Claro que no. ¿Defiendo el uso discrecional de este feo artilugio? Estaría loco para pretender convencer públicamente a alguien de esto. ¿Soy un abogado de lo no-cierto? (he descubierto que me gustan estos términos que indican lo que no-es, por muy gramaticalmente incorrectos que sean): por supuesto que No, no puedo defenderme ni siquiera de mis verdades, imaginará usted que mis mentiras (como la mayoría de las suyas) son indefendibles.

No, señor. Pero si respira Usted de cuando en cuando el pútrido aire del drenaje de su ciudad. Si se mira al espejo todos los días y no le gusta lo que casi siempre ve. Si está demasiado picante, demasiado frío, demasiado caliente, o demasiado simple, y aun así se lo come, entonces… aprenda a vivir con una de las expresiones más antiguas de las que se tiene conocimiento (pregunte a Adán y Eva): la mentira. No se bañe en el drenaje, no se lo aviente a otros, no se dañe, no se queme, no se congele, no se lo haga a su honorable prójimo.

Si piensa usted que no debería mentir admiro su noble objetivo. Si cree que puede eliminar la mentira, siga soñando. Si le escandaliza, váyase a Marte en la próxima nave que salga para allá, allá los marcianos no mienten. Si le he caído mal por mentiroso, le diré que no lo soy (con lo que se lo termino afirmando), pero si al final de cuentas descubre usted que con este mal estructurado texto no le he hecho ningún daño, no le he vuelto ni más ni menos vil de lo que ya era y que en fin, con este, mi rato de ocio, solo he ocupado un rato de su ocio a usted, entonces, amigo, estamos a mano.

Tenga muy buena noche, siga soñando con los angelitos.

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