viernes, 27 de septiembre de 2024

No te irás.

Observas a través del cristal, ves la vida pasar, o tu paso justo en medio de la vida. Lo que aplique en ese momento. En tu burbuja están tú y tus pensamientos, que se expanden, que rellenan todos los espacios y luego no dejan lugar para más. Probablemente cuando eres más joven esta sensación puede llegar a desesperar. Al paso de los años ya no es angustiante. Sabes que es un proceso que como todo, tiene que pasar. Sólo procuras que pase de la forma más apacible posible. En ese momento es complicado lograr la sinapsis necesaria para concatenar cualquier proceso creativo, así que es mejor dejarlo pasar y se irá, aunque vuelva. No tiene caso gastar energías en ahuyentar la sensación porque es muy posible que solo te canses y no se vaya. Finalmente, la experiencia y los años te dicen que se irá sola, incluso aunque no lo quieras. Así, recuperas la respiración normal, la percepción de los sentidos en su totalidad y después continúas.

Mucho de lo curioso de este asunto es que para las personas aparentas estar en actividad, ser alguien ágil de pensamiento y medianamente de acción. Pero por dentro te percibes lento, dubitativo, dudoso y con miedo. Por dentro no dudas de lo que tienes que hacer, sino para qué lo haces , eso hace que hacia el exterior tus esfuerzos se vean decididos y concretos aunque no sepas exactamente hacia dónde vas o por qué haces lo que estás haciendo. Sabes que no estás ni cerca del límite de tus fuerzas y mucho menos en pleno uso de tus sentidos, pero la vida sigue y tienes que avanzar, el cuerpo es resiliente y la mente lo es aún más.
Ocupas demasiado tiempo pensando; en muchas de las ocasiones esto es visible para los demás, en otras no tanto, aprendes a hacerlo preferentemente en soledad. Creo que actualmente se le llama sobre pensar. Yo no diría que es así porque no es necesario que pienses exactamente lo mismo una y otra y otra vez, si no que piensas varias cosas o situaciones del mismo asunto. Cuando lo haces de forma positiva eso te ayuda a encontrar otro enfoque y posiblemente la solución a tu problema… cuando no, sólo es dar vueltas consumiendo tiempo y energías que pudieras ocupar para cosas más relevantes, más urgentes o placenteras. Pero en ese momento el placer está vedado para ti. No lo merecerás hasta que no resuelvas. Es la paradoja del asunto, ocupas un tiempo que no tienes en pensar y no hacer cosas que no son útiles, sin tener un solo resultado palpable. Cuando haces esto lentamente las personas se dan cuenta de qué tienes un problema. Cuando lo haces de forma rápida nadie lo nota, es simplemente parte de tu dinámica de vida.
Y pasa que al final no pasa nada; ya que de manera normal la vida no va tan rápido como tus pensamientos. Tiene pausas, ritmo, cadencia. Pero una cosa es cierta: no se detiene, por lo que sabes que, o llegas a una conclusión y actúas en consecuencia o la vida lo hará por ti: modificará sus circunstancias hasta que tus opciones se terminen, y entonces no actuarás en consecuencia sino acorralado y en muchas ocasiones, bajo presión. Aprender esto termina formándote para tomar una decisión, motivado por las circunstancias, por las necesidades, pero muchas veces más motivado por el tiempo, que se agota.
Ja ja ja, casualmente aquí está la vida.. haciendo toc toc en la puerta . Aunque sé que no te quieres ir, no puedo atenderte ahora, pero sé que no me dejarás, ni ambiciono a que así sea de momento. 
Así que nos vemos más tarde, por ahora hay que seguir girando en esta rueda de la fortuna.

sábado, 11 de septiembre de 2021

Tanta ciudadania como sea posible. Tanto gobierno como sea necesario.

En los cursos de Derecho, una de las materias de formación básica es la de Teoria del Estado. En ella se diserta, entre otras tantas provechosas discusiones, la que corresponde a las funciones primigenias del Estado. Y en estas tareas se destacan dos, preponderantes de tal modo que resultan inalienables a este: la que corresponde a la impartición de justicia; y aquella que otorga al Estado el monopolio en el cobro de tributo (impuestos). Digamos que en estas consisten las obligaciones primarias del Estado, y en las que no se puede permitir fallar. Y de ellas se derivan tantas otras ramas en la estructura orgánica de un gobierno como actividades propias de la organización del mismo. No pretendo descartar aquí otras actividades correspondientes a la conformación y sostenimiento del Estado, que son también obligatorias y necesarias para el funcionamiento de éste, como la función legislativa, que no sólo se limita a la creación sino también a la modificación y adecuación de leyes en una sociedad con dinámica cambiante. 

Luego entonces, parecería normal que cada Estado tendría como necesario el contar con un aparato Legislativo sapiente y robusto, así como un Poder Judicial independiente y poderoso; dejando al Ejecutivo la tarea tributaria, reguladora en cuanto hace a la interacción de personas, y creadora de infraestructura común. Y pienso que Todo lo demás que el Estado quiera hacer, debería encontrarse supeditado a antes hacer bien sus obligaciones primarias. Cultivar. Extraer petróleo. Construir carreteras. Procesar y Vender alimentos. Operar escuelas. Ofertar atención hospitalaria. Todo eso lo hacemos de mejor manera, con mejores resultados y con mayor provecho los particulares. Y es aquí en donde, a mi parecer, se vuelve esto un tema de ideologías, por qué en la práctica el operar un servicio por parte de un particular (obteniendo, obviamente, algún tipo de lucro), resulta aún más económico para el usuario, que pretender ofertar el mismo servicio por parte del Estado a un costo aparentemente nulo para este mismo usuario, porque un servicio aparentemente gratuito para unos seguramente es costeado por otros. 

La clave para que esto le resulte evidente a dicho usuario es la sana competencia. Entre más competido sea un servicio, más opciones tiene el usuario, a mejor precio y calidad. Es ley de oferta y demanda. Y el Estado, con otras prioridades, no puede competir en demasiados rubros. Quizá en unos si, pero en muchos no. De ahí, finalmente, que es mi opinión el Estado debe reducir el aparato de gobierno al mínimo necesario, y permitir al individuo y a las instituciones fortalecer el tejido social y la dinámica económica de una sociedad, mientras regula las actividades y vigila que estas se desarrollen de manera justa para unos y otros.

En resumen: Que tengamos tanta ciudadanía como sea posible, y tanto gobierno como sea estrictamente necesario. 

lunes, 6 de septiembre de 2021

Hay algo aquí adentro.

Hay algo aquí adentro que afanosamente busca, 

se revuelve, que en la madrugadas gruñe y que jadea. 

Una cosa inquieta, un cuerpo sin patas pero que desplaza. 

Dos alas sin cuerpo, pero que así vuelan.


Hay algo aquí en el centro que no duerme, 

que vigila, que se ocupa, se preocupa y se desvela.

Dos manos que no saben lo que hacen, pero nunca paran. 

Dos ojos que nada ven, pero que no parpadean.


Hay un horrible monstruo que encadenado pasea

en un calabozo oscuro. Y que resignado espera.

Un mantra terrible que aguarda su tiempo,

una caja de Pandora resguardada, pero abierta. 


Hay en este lado un ente que se eleva, 

que no encuentra el cielo, pero que aletea. 

Unos nubarrones negros, un presentimiento,

un don premonitorio, una idea.


Hay aquí en el fondo una pesadilla. 

Un ángel caído que se lamenta…. 

Que intenta, que insiste, persigue y se altera .

Vive aquí una cosa enorme encerrada 

en un frasco pequeño, como un resorte que, con impaciencia, 

se encoge hasta en tanto su momento llega.


lunes, 10 de agosto de 2020

Luchar o Administrar el desastre


 

Voy a contar un chiste local:

 

En una jungla perdida de la selva tropical, unos exploradores se topan con un grupo de feroces nativos guerreros, quienes inmediatamente los rodean con la intención de apresarlos o asesinarlos. El líder de los exploradores clama en su interior – ¡Dios mío, estamos perdidos! – Justo en ese momento, una luz blanquísima se abre paso entre las nubes justo encima de su cabeza, iluminándolo mientras una voz atronadora se escucha para el, desde los cielos: - Aún no, hijo mío: salta como un tigre hasta situarte al lado del que parezca ser el líder de los nativos, aprovecha su sorpresa, arrebátale el puñal que lleva en su cinto, y clávaselo en el corazón al niño que se encuentra a un lado suyo, y que es su hijo -.

Nuestro líder de exploradores, ágil de mente y cuerpo, salta como una gacela hasta situarse sorpresivamente a un lado del feroz líder de los nativos y ante la sorpresa de este, sustrae de su cinto el puñal que ahí llevaba, y con un veloz movimiento lo hunde hasta la empuñadura en el pecho del niño que se encuentra a un lado, y que parecía ser el hijo del líder.

Nuevamente se abren los cielos, la luz blanca inunda la ensangrentada faz de nuestro veloz explorador y la misma voz atronadora resuena: - Ahora si, ¡están perdidos! -.

 

“Espera lo mejor, pero prepárate para lo peor”, reza un criterio prudencial utilizado por contadores y administradores de empresas. Sirva el chistorete inicial para ilustrar de forma chusca lo que tantas veces nos repitió Murphy en leyes y corolarios: si algo es susceptible de empeorar, en algún momento empeorará. Pocas cosas ilustran mejor los tiempos que vivimos. Un gobierno evidentemente rebasado en sus funciones, una pandemia como no hemos visto, y un panorama económico que pinta tan adverso como nunca nos ha tocado a las generaciones vivas actualmente. Desafortunadamente los árboles no nos permiten ver el bosque, y ese cambio para mal, ha sido en muchas ocasiones lo suficientemente gradual como para permitirnos acostumbrarnos una y otra vez. Quienes me conocen saben que soy particularmente tenaz y que si algo no me define es el pesimismo. Puedo ser en ocasiones conservador en mis apreciaciones, pero la búsqueda constante de soluciones me ha llevado la mayoría de las veces a salir de los problemas. Soluciones: Esa palabra Sí me define. Pero todo tiene un borde. Todos tenemos una capacidad de respuesta limitada, independientemente del sitio en el que se encuentre ese límite.

No es darnos por derrotados antes de tiempo, estamos lejos de eso, tenemos muchos recursos y daremos pelea. Como desde siempre. Deberemos para ello hacer confluir al mismo tiempo características como seres humanos tenemos, evidentes o escondidas, dentro de nosotros:

 

Nuestra resiliencia natural ante la adversidad. Hacer acopio de esa “reserva entre la reserva”, de fuerza mental y coraje silencioso para soportar experiencias traumáticas o situaciones extraordinariamente negativas. Es menester que la dejemos fluir, esta característica existe dentro de cada persona y muchas veces trabajamos en contra de ella, simplemente acallándola sin permitirle manifestarse, o bien dando mayor importancia a las circunstancias que nos llevaron a la desgracia, que a nuestra propia capacidad de superarnos.

 

El conjunto de aptitudes. En tantas ocasiones nos sorprendemos al intentar aprender algo que ya sabíamos. Y no me refiero a los aspectos académico o profesional solamente. En el fondo de nuestros recuerdos duerme, sin hacer el menor de los ruidos, un cúmulo de experiencias e imágenes vividas esperando rescate. Existen también mil maneras de hacer mejor lo que ya hacemos diariamente, y sin lugar a dudas muchas formas de optimizar tiempo y esfuerzos en todo lo grande o pequeño que realizamos.


 

La mejor actitud, que no es otra cosa que encontrar el aspecto positivo dentro de cualquier experiencia. Esto no es minimizar la seriedad con que deban afrontarse los grandes problemas. Es limpiar el terreno para encontrar el camino de la solución. La actitud eso es. Siempre lo ha sido, y los grandes liderazgos (buenos y malos) de la historia de la humanidad tienen esa característica en particular. La intención es utilizarla en nuestro favor siempre, y en el beneficio colectivo cada que sea posible.

 

“Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros” reza la frase que algunos atribuyen al actor norteamericano Groucho Marx. Causa hilaridad por el choque entre la inamovilidad de los principios y la opción manifiesta de intercambiarlos ante el parecer ajeno. No se trata de ir tan lejos, pero hay una característica que normalmente no utilizamos mas que por la fuerza en la mayoría de las ocasiones en que logramos hacerlo: Nuestra capacidad de adaptación. Somos seres cambiantes, pero no nos damos cuenta cabal de ello porque lo hacemos no de forma inconsciente, sino mas bien de forma no premeditada. Pero podemos hacerlo a voluntad si nos lo proponemos. Es momento quizá de abrir la mente a las posibilidades de cambio, de potenciar nuestra capacidad de adaptación.

 

En mi particular parecer, es en la conjunción de estos factores en donde puede estar la clave de la supervivencia de bienes, servicios, instituciones, empresas y personas, ante el embate de la pandemia y la brutal recesión económica que se asoma en el horizonte. El panorama es oscuro pero las personas somos fuertes, y unidos y uniendo capacidades, lo somos mas aún. Lo otro es utilizar el criterio prudencial y mantener dentro de nuestras consideraciones la posibilidad de lo peor. No nos prepara para ello, pero nos dispone de una mejor manera. En estos momentos negar esa posibilidad a la supervivencia de negocios, empleos y vida es abrir la puerta a descuidar aspectos que puedan resultar cruciales, y no podemos darnos ese lujo. Esta es pues, la forma en que yo creo que podemos luchar. Vale hacer acopio de lo que ya tenemos dentro de nosotros, de fuerzas y de voluntad para no dejarnos vencer.

Porque es eso, o sentarnos en una piedra a administrar el desastre.

martes, 10 de octubre de 2017

RECAPITULANDO

No he sido más feliz porque no he querido.
Ello no quiere decir obviamente que sea infeliz.
Quiere decir que he sido tan feliz como para no desear más en el momento, tan pleno que no cabe nada más en el corazón. No he tenido tiempo libre en la vida mía. Lo he ocupado prácticamente todo. He utilizado mi espacio para desarrollarme como ser humano. Para amar, para intentar dejar una huella que perdure más que lo que durará mi vida, para hacer algo, aunque mínimo, por los demás.
He utilizado mucho de mi tiempo para conocerme. Para equivocarme y tropezar. Y cuando eso sucedió, he vuelto a echar mano de mis días para levantarme y seguir con ahínco.
Descubrí que dentro de cada uno de nosotros existe una inagotable fuente de entusiasmo. Normalmente hago uso de ella.
Descubrí que antes de ofertar algo a alguien, uno debe ser feliz consigo mismo. Que uno debe sentirse antes satisfecho que feliz. Que antes que dar hay que tener, hay que ser. Porque no se puede dar lo que no se tiene. No se puede irradiar lo que no se es.
Aprendí que para hacer una buena acción también existen pocas oportunidades. Que hay que aprovecharlas cuando se presentan. Que mucha gente no tiene la ayuda que necesita por el hecho simple de que no la pide.
Que a todos nos sobra algo que nos negamos a donar. Que este algo principalmente es TIEMPO.
Me siento profundamente agradecido. Creo que he sido excepcionalmente afortunado. Mi existencia ha consistido, hasta ahora, en un viaje maravilloso. He tenido como compañeras en este viaje, a personas extraordinarias.
Llegué a lo que, con algo de suerte, es la mitad de mi vida. He intentado hacer ella algo medianamente útil. He leído un poco y he pensado mucho, no he dejado de hacerlo. Me he probado a mí mismo y he intentado llegar a mis límites. ¡Qué bendita circunstancia es que aún no lo haya logrado!
Conservo al primer amigo que tuve. Nos adoptamos desde hace muchos años ya como hermanos. He visto crecer a sus hijos y he visto a mis hijas convertirse en la firme promesa de unos hermosos seres humanos, sintiendo como se me llena el corazón de esa agua fresca que es la alegría.
He leído mucho menos de lo que quisiera y he sembrado mucho, mucho más de lo que pensé que podría.
He abrazado a un tiburón en su elemento, he caminado junto al vacío sin más protección que la voluntad divina y he estado dentro del cráter de un volcán activo. He intentado probar cuanto aguanta mi cuerpo, cuanto puede aprender mi mente y cuanto puedo abrir mi corazón.

He sido, pues, feliz.