Mire usted, no es que
yo sea un perfecto ateo que no crea en ningún Dios o ni siquiera en la suerte
ni el destino. Es para mí, tan simple como que el presente es tan grande, abarca
tantas posibilidades, ofrece tantas oportunidades, que me resulta ocioso intentar
resucitar el pasado o siquiera aferrarme a este mismo presente. Es vivirlo,
creo yo. Pero en el sentido más amplio que pueda Ud. darle a esta palabreja:
Vivirlo, usarlo, hacer usufructo de Él, permitir que Él haga usufructo de Ud.,
etc.
Concibo el pasado como
una plataforma, como el cascarón de lo que se es. Lo quiera Ud. o no. Como el
antecedente o más bien como la causal de lo que somos hasta el momento del análisis,
no antes y ni siquiera un segundo después: justo en ese momento. Es importante
entenderlo, asimilarlo, saber cómo es, de qué color y qué tamaño tiene. El cascarón dice todo del polluelo hasta antes de romperse, pero el
cascarón no dice un ápice de lo que será el polluelo una vez roto el estuche. Así,
todas las mañanas, rompe Ud. el estuche de su propio pasado, sale del cascarón,
y es un polluelo nuevo. Y los polluelos no llevan su cascarón a todas partes
donde van.
Ahora bien, el futuro
es una cosa que si se va tejiendo a cada momento. Hay muchos futuros posibles
incluso interactuando al mismo tiempo. Así que el trabajo de formarlo (en el
presente) es laborioso. Hay que ser muy diligente. Pero aun si Ud. no fuese
diligente, tendría acceso a un futuro,
aunque probablemente uno que Ud. no haya pedido, deseado, o imaginado.
Si, déjeme
decirle, aun siendo diligente, muchas veces el futuro no es exactamente lo que pensábamos
que iba a ser… En fin, que si algo puedo decirle en esta noche medianamente
fresca, es que pierde el tiempo en pensar en el pasado, pierde el tiempo en
imaginar lo que vendrá, póngase a hacer
algo, aunque sea a escribir tonterías, y así, en su presente, váyase tejiendo
un futuro.
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