Estamos acostumbrados a que lo
que no alcanzamos a ver, lo que no alcanzamos a tocar, lo que no alcanzamos a
oler, lo que no alcanzamos a escuchar, aquello que no tiene un precio en pesos
o dólares, no existe. Es decir, el valor, la determinación, el amor, el coraje,
la voluntad, la Fe, la alegría per sé, no existe hasta en tanto no nos produce
o nos quita. Hasta en tanto eso no sucede, estos pensamientos, estas
sensaciones, estos sentimientos están en latencia o invisibilidad. Desafortunado
asunto. Jodido, pues. ¿Por qué? Le ilustro: al nacer no somos analíticos, no
vemos bien, no escuchamos bien, no tenemos dinero. Solo sentimos. Crecemos y
nos desarrollamos. En casi todos los sentidos. Somos más grandes, más agudos,
con mayor cantidad de recursos y argumentos. Después….decaemos, envejecemos…y
terminamos como al principio. Principalmente…sintiendo.
Es un ciclo. Nacemos
indefensos pero sintiendo perfectamente, al crecer nos desarrollamos, y al
crecer más aun nos desenrollamos hasta llegar al punto de quedar nuevamente indefensos.
Pero sintiendo. Sin embargo seguimos distraídos de vivir, seguimos dando un mínimo
de valor a lo que sentimos, seguimos sin potenciar lo que podemos creer. Lo que
podemos pensar.
Vivimos en un mundo
surrealista. En una realidad paralela pues.
Tenga buena noche, no se
desvele, que mañana no nos querremos
levantar.
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