lunes, 15 de noviembre de 2010

Genio y Figura

Hace un buen tiempo, a la hora de la comida, y no recuerdo por qué motivos, mi padre dijo una de sus celebres frases (por extraño que le parezca, mi padre es de esas personas que dicen frases que las personas famosas repiten después, frases celebres, a cada dos minutos, tiene esa extraña facultad de las mentes preclaras a las que los problemas mundiales se les hace algo a si como un alka seltzer en un vaso con agua mineral) pero bueno, le decía a Usted, que entre sus frases para la posteridad, se me quedo viendo con motivo de no sé qué boludez dije, y con los ojos arrasados de ternura exclamó “-Mi hijito está loco-”.

En los cuestionados temas de la naturaleza humana, del a-donde-vamos-de-dónde-venimos, le diré a usted que nadie nos conoce mejor que un padre (de esos no, le estoy escribiendo en serio por una vez en la vida, estos es de padres de verdad), y después de un año y medio de meditarlo pienso que mi viejo tiene razón., estoy loco.

Demente, perturbado, chalado, orate, tocadisco, locatel, majareta, chiflado, lunático, ido, o como quiera usted llamarme. He llegando a la conclusión de que en muchas, las mas de las ocasiones no soy solo imprudente, irreflexivo e infantil, sino que he ido mas allá, en aras supuestas de la exploración de mis límites pero con la interna convicción de crear, de alentar, de fomentar y de hacer prosperar el caos. La forma más a la mano que tenga de caos será buena para este su seguro servidor. Detrás de los lentes, el orden y las buenas costumbres, puede usted estar seguro de que se encuentra frente a un maniático esquizofrénico paranoide aun sin diagnosticar clínicamente, por no convenir a sus intereses. Y es que después de algunos episodios en mi vida, pienso que ya nada ha sido igual, situación que pudiese yo comprobar fehacientemente si tuviera conciencia de mi vida anterior a ellos. Pero no la tengo, mis padres sí, es por ello que le repito a usted que ellos nos conocen y sabrán, con justeza, que no justicia, decir con todas sus letras y un suspiro ahogado “-Ahhhh mi hijito está loco-“.

Aquí le van algunos angustiantes episodios que pueden llegar a comprobar la importante merma o trasmutación en las cien mil millones de neuronas que debería tener (ja, si como no, ya me imagino a Watson, Crick, Pasteur, Pérez o Hernández, con un jodido microscopio cuente y cuente las neuronas en el cerebro fileteado de un difunto, para llegar a un numero que a nadie le dice nada y que a menos que nadie nos importa).

Episodio Uno (las llantas de la bici verde)

Tenía yo en mi más tierna niñez una bicicleta de color verde, primer vehículo no motorizado del que fui virtualmente único dueño, y que hacia mis delicias pues me ahorraba tiempo, esfuerzo y asoleadas en los traslados, principalmente a la tienda y el parque, rutas habituales de las tardes de mi pueblo. (En caso de que tenga Ud. Más de 30 me entenderá que antes podía uno ir a la tienda y al parque en bici o monociclo, sin que existiese un significativo riesgo de ser atropellado, confundido, levantado, o atacado con granadas de fragmentación como ahora, en caso de que tenga Ud. Menos de 30…..no me mienta, nadie de menos de 30 lee este blog, es más, creo que nadie lee este blog, caso contrario no escribiría). Pero bueno, caray, divago, es parte de mi locura, el caso es que mi bicicleta verde tenía las clásicas llantitas auxiliares adosadas a la llanta trasera, que daban estabilidad y soporte al manejo a l principio, e incomodidad después, pues me hacían ver demasiado niño en una etapa en la que ansiaba yo ser mayor (sin saber, claro que ya de mayor, me seguiría comportando como un párvulo). Asi que después de mucho rogarle a mi padre que me permitiera manejar mi bici sin esas ñoñas llantas, llegó el esperado día, en que, armado con unas pinzas de mecánico, mi papá retiró las llantas, y ante la vista de todos mis familiares, me dio el banderazo de salida para mi primer viaje verdaderamente en bicicleta. Y allí fui, los primeros veinte metros del frente de la casa de mis padres y la abuela, cruce como rayo frente a la casa de la tía Mari, mismo caso con el frente de la casa de doña Juana, y al llegar a la esquina, justo donde debía virar….no viré. Recuerdo vagamente haberme roto la crisma al bajar el escalón de la guarnición y caer directo a un pavimento duro como la realidad misma. Cuando recuperé el conocimiento la imagen de mi padre levantándome mientras yo, con la cara rota de verdad, no ocultaba mi irrompible orgullo por mi primer viaje en dos ruedas.

Episodio Dos (¿A qué hora se acabó el foro?)

¿Ha jugado usted al “encantado”?¿A “las traes”?, bueno, ese juego es universal e intemporal, no se requiere para jugarlo más que ser niño, y tener ganas de hacerlo, se puede jugar con dos, tres, cuatro o mil participantes, y puede jugarse lo mismo bajo la lluvia que bajo un radiante sol. Le contare a usted que la escuela primaria a la que yo fui, era de las mejores, si señor, era una verdadera escuela, de los poco bueno que dejaron los gringos a su paso por mi pueblo durante las glorias de la extracción del azufre. Techos impermeabilizados, ventanas de aluminio, canchas de futbol, barda perimetral, muchas aulas, patios, juegos, una enorme explanada al centro y por supuesto, un foro elevado. Bueno, le decía del juego del “encantado”, ¿Quién no lo ha jugado en su niñez? Caray, en esas andaba yo una tarde veraniega, corre que corre escapando del enemigo, por la explanada, los pasillos, las canchas, el foro, y….. El suelo. La altura de la que caí no es tanta, aunque para un niño de 1.25 mts la altura de un foro puede ser algo asi como un abismo, el caso es que otra vez desperté cuando la maestra Teresa me echaba alcohol en la nuca y la cabeza, con mucha menos neuronas de aquellas con las que empecé a jugar “tu las traes” esa tarde.

Episodio tres (la bolsa de las tortillas)

¿Tiene usted una lonchera? Supongo que sí. Una reluciente y rígida lonchera térmica con la figura de Bambi al frente y Winnie Pooh al dorso. Eso es ahora amigo, antes las cosas eran diferentes. Recuerdo perfectamente que durante los veintitrés años que mi padre trabajó en la compañía extractora de azufre mi madre le preparó religiosamente su lunch cada día, colocándoselo en recipientes de peltre azul y a últimos tiempos, en algunos de plástico. Todo esto, tortillas incluidas, era introducido en una bolsa de tela de color azul marino, que con el paso del tiempo adquirió un tono cenizo. Y era antes de que se fuera atrabajar o después del mediodía, antes de comer, que había actividad para un joven púbero recién llegado de las clases matutinas. Había que ir a buscar las tortillas.

La tortillería estaba relativamente cerca, a dos cuadras, pero para ese entonces yo tenía una bicicleta que usurpaba pues no era propiamente mía. Una excelente bicicleta de carreras en un tono azul eléctrico, y la verdad sea dicha, dos cuadras pueden llegar a ser como una milla para quien tiene prisa y NO quiere ir a buscar las tortillas. Tristemente tomé la bolsa y el dinero, monté en la bicicleta y a la tortillería. Un kilo, o kilo y medio, no sé, son de las cosas de memoria que se pierden con el golpe. Al regresó todo ocurrió en un instante, el peritaje posterior indica que la bolsa de las tortillas atoró la llanta delantera con la tijera de la bicicleta y ¿qué supone usted? Acertó: volé de nuevo.

Nuevamente desperté con el olor del alcohol en la nuca y en la cabeza. Esa creo, amigo mío, que fue la definitiva.

Lo demás ha sido testarudez, necedad, ha sido ir muchas veces contra corriente. El dormir poco y leer mucho quizá es un caso clínico, la verdad me negaría al análisis. No me parece del todo malo y es un padecimiento que al parecer se lleva en soledad sin afectar a terceros, creo yo. Mi padre tenía, tiene y tendrá la razón, porque sabe lo que engendró y porque ha visto su locura. Escribirlo no ha sido reparador ni ha cerrado ninguna herida porque heridas no hay más que aquellas que los golpes reales me dejaron. Soy como he querido ser. Bueno y malo. Hice muchas cosas y me arrepentí de la mitad e de ellas, tengo setenta proyectos en la cabeza y mañana serán setenta y cinco. No alcanzará la vida para hacer la mitad de ellos, soy megalómano, tengo buena memoria a largo plazo y pésima memoria a corto plazo. No soy nada detallista, excelente para los nombres y terrible para la fisonomía. En fin, genio y figura, dicen, hasta la sepultura.

1 comentario:

  1. DICEN QUE DE POETAS Y LOCOS TODOS TENEMOS UN POCO ¿TU QUE CREES?

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